JESUS y EL ESPIRITU

15·1
Jesús y el Espíritu
15.4. Conclusión. ¿Fue Jesús un extático? La respuesta parece
ser negativa; aunque tuvo una o dos experiencias que podrían
ser calificadas como extáticas, o como visiones o momentos
de gran exultación. Con todo, no intentó provocar el éxtasis o
excitar la inspiración. Es la donación de estas experiencias lo que
es característico de Jesús. Las señales claves de la religión extática
están completamente ausentes en este caso.
¿Fue Jesús carismático (neumático)? La respuesta es positiva.
y el sentido en el que él puede ser denominado «carismático»
es evidente. Fue carismático en el sentido que él mostró
un poder y una autoridad que no le eran propias, que no había
ni conseguido, ni conjurado, sino que se le había concedido;
tenía por virtud del Espíritu el poder de Dios que estaba en
él. El poder no le poseyó, ni le controló, como si él fuera su
instrumento voluntario o involuntario. Pero ni fue su autor, ni
tampoco fue capaz de disponer de él o de ignorarlo libremente.
Fue una urgencia que le nevaba; un poder que podía ejercitar
como respuesta a la fe, o que la fe podía hacer derivar a través
de él, desde su fuente que no estaba en él. La autoridad no era
suya por méritos académicos o por posición social; él no la había
adquirido como un derecho. Y, sin embargo, superó toda
otra autoridad, aunque fuera sacrosanta, y exigía una escucha
por encima de todos los demás, pues le venía directamente de
su relación con Dios; inmediatamente, de su conocimiento de la
voluntad de Dios. No era simplemente confianza en sí mismo o
una fuerza de convicción. Había otra donación conforme a sus
palabras, de modo que ellas eran plenamente sus palabras, e, incluso,
tenía una autoridad que provocaba un respeto más que
ordinario, y aún temor y admiración. Esta inspiración inmediata
y directa del más allá, por la que Jesús puede ser llamado carismático,
la tenía gracias a esta conciencia de poder y autoridad
suya propia, e incluso no propiamente suya.
16. Conclusiones
Hay una prueba clara en los sinópticos de que la conciencia
de Jesús acerca del Espíritu de Dios le llenaba de poder, inspirándole
lo que era básico para su misión. La prueba no es extensa;
pero no puede ser rechazada 116. Tenemos la propia compren-
116. Como, por ejemplo, SCOTT, Spirit 77.80, que llega a afirmar (p.
245) que «la idea del Espíritu» era «un elemento extraño» en la religión
de Jesús.