JESUS y EL ESPIRITU

24. Introduccion
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Pentecostés
Hasta aquí hemos limitado nuestro estudio a las experiencias
más primitivas de los primeros creyentes sobre las manifestaciones
de la resurrección, en particular la manifestación a Pablo y,
con mayor provisionalidad, las manifestaciones a Pedro, a «los
doce», y a las mujeres. Más adelante, nos ocuparemos de otras
manifestaciones enumeradas por Pablo en 1 a los Corintios 15,
y será también posible considerar las (otras) visiones de jesús
descritas por Lucas en los Hechos (d. § 32, 1). Todas ellas fueron
experiencias de Jesús; el mismo Jesús fue de una u otra
forma parte de la experiencia: lo que fue percibido, reconocido
y encontrado. Pero existen otras experiencias reivindicadas por
la primitiva comunidad cristiana; experiencias en las cuales la
gente no consideró que Jesús estuviera implicado de una manera
tan directa e inmediata; experiencias del poder divino, entendidas
menos personalmente; experiencias del Espíritu, más en consonancia
con las experimentadas por el mismo Jesús, y que ya
examinamos en el cap. III. Nuestra tarea en los dos próximos
capítulos, por tanto, será descubrir otras experiencias (no manifestaciones
de la resurrección) que dieron a luz al cristianismo y
caracterizaron su infancia.
Para nosotros, la primera y más importante reivindicación es,
sin duda alguna, la narración de los Hechos 2, en la que Lucas
describe la efusión del Espíritu sobre los discípulos en Jerusalén,
el día de Pentecostés, después de la primera Pascua. El significado
teológico del acontecimiento para Lucas es trascendental; el comienzo
de la etapa final de la historia de la salvación, el nacimiento
de la Iglesia, etc. He estudiado ya la interpretación de