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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

cambia de moradas como de formas y sus revelaciones son intermitentes. “La<br />

Luz de Osiris”, que en la antigüedad iluminaba para los iniciados las<br />

profundidades de la naturaleza y las bóvedas celestes, se ha extinguido para<br />

siempre en las criptas abandonadas. Se ha realizado la palabra de Hermes a<br />

Asklepios: “¡Oh Egipto, Egipto!, sólo quedarán de ti fábulas increíbles para<br />

las generaciones futuras, y nada durará de ti más que palabras grabadas en<br />

piedras”.<br />

Sin embargo, un rayo de aquel misterioso sol de los santuarios es lo que<br />

quisiéramos hacer revivir siguiendo la vía secreta de la antigua iniciación<br />

egipcia, en cuanto lo permite la intuición esotérica y la refracción de las<br />

edades.<br />

Pero antes de entrar en el templo, lancemos una ojeada sobre las<br />

grandes fases que atravesó el Egipto antes <strong>del</strong> tiempo de los Hicsos.<br />

Casi tan vieja como la armazón de nuestros continentes, la primera civilización<br />

egipcia se remonta a la antiquísima raza roja. (En una inscripción de la<br />

cuarta dinastía, se habla de la esfinge como de un monumento cuyo<br />

origen se perdía en la noche de los tiempos, y que había sido encontrado<br />

fortuitamente en el reinado de aquel príncipe, enterrado bajo la arena<br />

<strong>del</strong> desierto, donde estaba olvidado después de muchas generaciones.<br />

Véase Pr. Lenorman, Histoire d’Orient, II, 55. Y la cuarta dinastía nos<br />

lleva a unos 4000 años antes de J. C. Júzguese por ese dato cuál será la<br />

antigüedad de la Esfinge).<br />

La esfinge colosal de Gizeh, situada junto a la gran pirámide, es obra<br />

suya. En tiempos en que el Delta (formado más tarde por los aluviones <strong>del</strong><br />

Nilo) no existía aún, el animal monstruoso y simbólico estaba ya tendido<br />

sobre su colina de granito, ante la cadena de los montes líbicos, y miraba el<br />

mar romperse a sus pies, allí donde se extiende hoy la arena <strong>del</strong> desierto. La<br />

esfinge, esa primera creación <strong>del</strong> Egipto, se ha convertido en su símbolo<br />

principal, su marca distintiva. El más antiguo sacerdocio humano la<br />

esculpió, imagen de la Naturaleza tranquila y terrible en su misterio. Una<br />

cabeza de hombre sale de un cuerpo de toro con garras de león, y repliega<br />

sus alas de águila a los costados. Es la Isis terrestre, la Naturaleza en la<br />

unidad viviente de sus reinos. Porque ya aquellos sacerdotes inmemoriales<br />

sabían y señalaban que en la gran evolución, la naturaleza humana emerge de<br />

la naturaleza animal. En ese compuesto <strong>del</strong> toro, <strong>del</strong> león, <strong>del</strong> águila y <strong>del</strong><br />

hombre están también encerrados los cuatro animales, de la visión de<br />

Ezequiel, representando cuatro elementos constitutivos <strong>del</strong> microcosmos y <strong>del</strong><br />

macrocosmos: el agua, la tierra, el aire y el fuego, base de la ciencia oculta.<br />

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