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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

los iniciados. Venceréis por vuestros pasados sufrimientos, por el esfuerzo que<br />

aquí os trae, y si creéis en las palabras divinas, habéis vencido ya. Porque<br />

después <strong>del</strong> largo circuito de las existencias tenebrosas, saldréis por fin <strong>del</strong><br />

círculo doloroso de las generaciones y os reconoceréis como un solo cuerpo,<br />

como una sola alma, en la luz de Dionisos.<br />

“La divina brasa que nos guía en la tierra, en nosotros está; ella se<br />

convierte en antorcha <strong>del</strong> templo, estrella en el cielo. Así se difunde la luz de<br />

la Verdad. Escuchad como vibra la Lira de siete cuerdas, la Lira de Dios... Ella<br />

hace mover los mundos. ¡Escuchad bien!; que el sonido os atraviese... y las<br />

profundidades de los cielos se abrirán”.<br />

“¡Auxilio de los débiles, consuelo de los que sufren, esperanza de<br />

todos!. Pero desdichados de los malvados, de los profanos, pues serán<br />

confundidos. Porque en el éxtasis de los Misterios, cada uno ve hasta el fondo<br />

<strong>del</strong> alma de los demás. ¡<strong>Los</strong> malvados se aterrorizan y los profanos mueren!”.<br />

“Y ahora que Dionisos ha brillado sobre vosotros, invoco al Eros celeste<br />

y todopoderoso. Que ti esté en vuestros amores, en vuestros llantos y en<br />

vuestras alegrías. Amad; pues todo ama, los Demonios <strong>del</strong> abismo y los<br />

Dioses <strong>del</strong> Eter. Amad; pues todo ama. Pero amad la luz y no las tinieblas.<br />

Recordad el objeto de vuestro viaje. Cuando las almas vuelven a la luz, ellas<br />

llevan como asquerosas manchas, sobre su cuerpo sideral, todas las faltas de<br />

su vida... Y para borrarlas, es preciso que expíen y que vuelvan a la tierra...<br />

Pero los puros, los fuertes, marchan hacia el sol de Dionisos”.<br />

“Y ahora, cantad el Evohé!”.<br />

¡Evohé!, gritaron los heraldos en las cuatro esquinas <strong>del</strong> templo, ¡Evohé!, y<br />

los címbalos comenzaron a tocar. ¡Evohé!, respondió la entusiasta asamblea<br />

agolpada en las escaleras <strong>del</strong> santuario. El grito de Dionisos, el llamamiento<br />

sagrado al renacimiento, a la vida, retumbó en los valles repetidos por mil<br />

pechos, reforzado por los ecos de las montañas. Y los pastores de las<br />

gargantas salvajes <strong>del</strong> Ossa, que con sus rebaños se hallaban a lo largo de las<br />

altas selvas, cerca de las nubes, respondieron: ¡Evohé!.<br />

(El grito iEvohé!, que se pronunciaba en realidad: He-Vau-He, era la<br />

voz sagrada de todos los iniciados <strong>del</strong> Egipto, de Judea, de la Fenicia, <strong>del</strong><br />

Asia Menor y de la Grecia. Las cuatro letras sagradas pronunciadas: Iod-<br />

He, Vau-He, representaban a Dios en su fusión eterna con la Naturaleza;<br />

ellas abarcaban la totalidad <strong>del</strong> Ser, el Universo viviente. Iod (Osiris)<br />

significaba la divinidad propiamente dicha, el intelecto creador, el Eterno<br />

Masculino que está en todo, en todo, en todas partes y sobre todo. He-Vau-<br />

He representaba el Eterno Femenino, Eva, Isis, la Naturaleza, bajo todas<br />

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