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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

diferencia designándola por los epítetos de hablada, significativa y oculta”.<br />

(Fabre d’Olivet. Vers dores de Pythagore).<br />

En las ciencias teogónicas y cosmogónicas, los sacerdotes egipcios<br />

emplearon siempre la tercera clase de escritura. Sus jeroglíficos tenían<br />

entonces tres sentidos correspondientes y distintos. <strong>Los</strong> dos últimos no se<br />

podían comprender sin clave. Esta manera de escribir enigmática y<br />

concentrada estaba basada en un dogma fundamental de la doctrina de<br />

Hermes, según el cual una misma ley rige el mundo natural, el mundo<br />

humano y el mundo divino. Aquel lenguaje, de una concisión prodigiosa,<br />

ininteligible para el vulgo, tenía para el adepto una elocuencia singular,<br />

puesto que por medio de un solo signo evocaba los principios, las causas y los<br />

efectos que de la divinidad irradian en la naturaleza ciega, en la conciencia<br />

humana y en el mundo de los espíritus puros. Gracias a aquella escritura, el<br />

adepto abarcaba los tres mundos de una sola mirada.<br />

Es indudable, dada la educación que Moisés recibiera, que escribió el<br />

Génesis en jeroglíficos egipcios de tres sentidos, confiando a sus sucesores las<br />

claves y la explicación oral. Cuando, en tiempo de Salomón, se tradujo el<br />

Génesis en caracteres fenicios; cuando, después de la cautividad de Babilonia,<br />

Esras lo redactó en caracteres arameos caldaicos, el sacerdocio judío sólo<br />

manejaba aquellas claves muy imperfectamente. Cuando, finalmente, vinieron<br />

los traductores griegos de la Biblia, éstos sólo tenían una débil idea <strong>del</strong><br />

sentido esotérico de los textos. San Jerónimo, a pesar de sus serias intenciones<br />

y su gran espíritu, cuando hizo la traducción latina según el texto hebreo, no pudo<br />

penetrar hasta el sentido primitivo; y, aunque lo hubiese hecho, hubiera tenido<br />

que callarse. Luego, cuando leemos el Génesis en nuestras traducciones, sólo<br />

encontramos su sentido primario e inferior. Quiéranlo o no, los exégetas y los<br />

teólogos mismos, ortodoxos o librepensadores, sólo ven el texto hebreo a través<br />

de la Vúlgata. El sentido comparativo y superlativo, que es el sentido profundo y<br />

verdadero, se les escapa. Sin embargo, no deja por eso de estar menos<br />

misteriosamente oculto en el texto hebreo, que se hunde por sus raíces en la<br />

lengua sagrada de los templos, refundida por Moisés; lenguaje en que cada<br />

vocal, cada consonante, tenían un sentido universal en relación con el valor<br />

acústico de la letra y el estado de alma <strong>del</strong> hombre que la pronuncia. Para los<br />

intuitivos, ese sentido profundo brota a veces <strong>del</strong> texto como una chispa; para<br />

los videntes, reluce en la estructura fonética de las palabras adoptadas o<br />

creadas por Moisés: sílabas mágicas donde el iniciado de Osiris fundió su<br />

pensamiento, como un metal sonoro en un molde perfecto. Por el estudio de<br />

ese fonetismo que lleva la huella de la lengua sagrada de los tiempos antiguos,<br />

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