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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

cuando iba a las ciudades, decían: “No es para enseñar, sino para curar”.<br />

La influencia soberana de un gran espíritu y de un gran carácter, esa<br />

magia <strong>del</strong> alma y de la inteligencia, excita celos tanto más temibles, odios<br />

tanto más violentos, cuanto que es inatacable. El imperio de Pitágoras duraba<br />

desde hacía un cuarto de siglo, el adepto infatigable alcanzaba la edad de<br />

noventa años, cuando llegó la reacción. La chispa partió de Sybaris, la rival de<br />

Crotona. Hubo allí una sublevación popular y el partido aristocrático fue<br />

vencido. Quinientos desterrados pidieron asilo a los Crotoniatas, y los<br />

Sybaritas exigieron su extradicción. Temiendo la cólera de una ciudad<br />

enemiga, los magistrados de Crotoniatas iban a acceder a su exigencia, cuando<br />

Pitágoras intervino. A sus instancias se rehusó el entregar a aquellos<br />

desgraciados suplicantes a adversarios implacables. Entonces, Sybaris declaró<br />

la guerra a Crotona. Pero el ejército de los Crotoniatas, mandado por un<br />

discípulo de Pitágoras, el célebre atleta Milón, batió compleamente a los<br />

Sybaritas. El desastre de Sybaris fue total y la ciudad fue tomada, saqueada,<br />

destruida y transformada en un desierto. Es imposible admitir que Pitágoras<br />

haya aprobado tales represalias. Ellas eran contrarias a sus principios y a los<br />

de todos los iniciados. Pero ni él, ni Milón pudieron refrenar las pasiones<br />

desencadenadas de un ejército victorioso, atizadas por antiguos celos y<br />

excitadas por un ataque injusto.<br />

Toda venganza, bien de los individuos, bien de los pueblos, trae un<br />

choque de retroceso de las pasiones. La Némesis de ésta fue terrible; las<br />

consecuencias cayeron sobre Pitágoras y su orden. Después de la toma de<br />

Sybaris, el pueblo pidió la repartición de las tierras. No contento con haberlo<br />

obtenido, el partido democrático propuso un cambio de constitución que<br />

arrebataba sus privilegios al Consejo de los mil y suprimía el Consejo de los<br />

trescientos, no admitiendo ya más que una autoridad sola: el sufragio<br />

universal. Naturalmente, los pitagóricos que formaban parte <strong>del</strong> Consejo de<br />

los mil se opusieron a una reforma contraria a sus principios y que socavaba<br />

por su base la obra paciente <strong>del</strong> maestro. Ya los pitagóricos eran el objeto de<br />

ese odio sordo que el misterio y la superioridad excitan siempre entre las<br />

masas. Su actitud política levantó contra ellos los furores de la demagogia, y<br />

un odio personal contra el maestro trajo la explosión.<br />

Un cierto Cylón se había presentado en otros tiempos a la Escuela.<br />

Pitágoras, muy severo en la admisión discípulos, le rechazó a causa su carácter<br />

violento e imperioso. Aquel candidato despedido era un adversario venenoso.<br />

Cuando la opinión pública comenzó a agitarse contra Pitágoras, organizó un<br />

club opuesto al de los pitagóricos, una gran sociedad popular. Logró atraer a él<br />

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