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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

afirmaciones tienen peso, puesto que era hijo de un sacerdote de Eleusis e<br />

iniciado, Esquilo nos dice en Las Euménides por boca de la Pitonisa, que<br />

Delfos había sido al principio consagrado a la Tierra, después a Temis (la<br />

Justicia), luego a Febea (la luna mediadora), y por fin a Apolo, el Dios solar.<br />

Cada uno de estos nombres representa en el simbolismo de los templos, largos<br />

períodos, y abarca siglos. Pero la celebridad de Delfos data de Apolo. “Júpiter<br />

— decían los poetas —, queriendo conocer el centro de la tierra, hizo partir<br />

dos águilas <strong>del</strong> Levante y <strong>del</strong> Poniente. Ellas se encontraron en Delfos”. ¿De<br />

dónde viene ese prestigio, esa autoridad universal e incontestada que hizo de<br />

Apolo el Dios griego por excelencia, y hace que haya guardado para nosotros<br />

mismos una radiación inexplicable?.<br />

La historia nada nos dice sobre este punto importante. Interrogad a los<br />

oradores, a los poetas, a los filósofos, y no os darán más que superficiales<br />

explicaciones. La verdadera respuesta a esta cuestión quedó en el fondo <strong>del</strong><br />

templo. Tratemos de penetrar en él.<br />

En el pensamiento órfico, Dionisos y Apolo eran dos revelaciones<br />

diversas de la misma divinidad. Dionisos representaba la verdad esotérica, el<br />

fondo y el interior de las cosas, abierto a los únicos iniciados. Él contenía los<br />

misterios de la vida, las existencias pasadas y futuras, las relaciones <strong>del</strong> alma y<br />

<strong>del</strong> cuerpo, <strong>del</strong> cielo y de la tierra. Apolo personificaba la misma verdad<br />

aplicada a la vida terrestre y al orden social. Inspirador de la poesía, de la<br />

medicina y de las leyes, él era la ciencia por la adivinación; la belleza por el<br />

arte; la paz de los pueblos por la justicia, y la armonía <strong>del</strong> cuerpo y <strong>del</strong> alma<br />

por la purificación. En una palabra: para el iniciado, Dionisos no significaba<br />

nada menos que el espíritu divino en evolución en el Universo, y Apolo su<br />

manifestación en el hombre terrestre. <strong>Los</strong> sacerdotes habían hecho<br />

comprender esto al pueblo por medio de una leyenda. Ellos le habían dicho<br />

que en tiempo de Orfeo, Baco y Apolo se habían disputado el trípode de<br />

Delfos. Baco lo había cedido de buen grado a su hermano y se había retirado a<br />

una de las cimas <strong>del</strong> Parnaso, donde las mujeres Tebanas celebraban sus<br />

misterios. En realidad, los dos grandes hijos de Júpiter se repartían el imperio<br />

<strong>del</strong> mundo. Uno reinaba sobre el misterioso más allá; otro sobre los vivos.<br />

Volvemos, pues, a encontrar en Apolo el Verbo solar, la Palabra<br />

Universal, el Gran Mediador, el Vishnú de los Indos, el Mithras de los Persas,<br />

el Horus de los Egipcios. Pero las viejas ideas <strong>del</strong> esoterismo asiático<br />

revistieron en la leyenda de Apolo una belleza plástica, un esplendor incisivo,<br />

que las hizo penetrar más profundamente en la conciencia humana, como las<br />

flechas <strong>del</strong> Dios: “serpientes de alas blancas, que saltan de su arco de oro”,<br />

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