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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

Ningún templo se inquietó por ello. En los templos se sabía todo eso y aún<br />

más. Se sabía también que los pretendidos filósofos que niegan los Dioses, no<br />

podían destruirlos en la conciencia nacional, y que los filósofos verdaderos<br />

creían en ellos al modo de los iniciados y veían en ellos los símbolos de las<br />

grandes categorías de la jerarquía espiritual, de lo Divino que penetra la<br />

Naturaleza, de lo Invisible que gobierna lo Visible. La doctrina esotérica<br />

servía pues de lazo entre la verdadera filosofía y la verdadera religión. He aquí<br />

el hecho profundo, primordial y final, que explica su acuerdo secreto en la<br />

civilización helénica.<br />

¿Quién acusó a Sócrates?. <strong>Los</strong> sacerdotes de Eleusis, que habían<br />

maldecido a los autores de la guerra <strong>del</strong> Poloneso, sacudiendo el polvo de sus<br />

vestiduras hacia el Occidente, no pronunciaron una palabra contra él. En<br />

cuanto al templo de Delfos, le dio el más bello testimonio de aprecio que se<br />

pueda dar a un hombre. La Pitia, consultada sobre lo que Apolo pensaba de<br />

Sócrates, respondió (Jenofonte, Apología de Sócrates): “No hay ningún<br />

hombre más libre, más justo, más sensato”. <strong>Los</strong> dos motivos de la acusación<br />

lanzada contra Sócrates: de corromper a la juventud y de no creer en los<br />

Dioses, sólo fueron un pretexto. Sobre la segunda, el acusado respondió<br />

victoriosamente a sus jueces: “Creo en mi espíritu familiar, y a mayor razón<br />

debo creer en los Dioses, que son los grandes espíritus <strong>del</strong> universo”. ¿Por qué<br />

entonces ese odio implacable contra el justo?. Había él combatido la injustica,<br />

desenmascarado la hipocresía, mostrado lo falso de tantas vanas pretensiones.<br />

<strong>Los</strong> hombres perdonan todos los vicios y todos los ateísmos, pero no perdonan<br />

a quienes les quitan la careta. Por eso los verdaderos ateos que se reunían en el<br />

Areópago, hicieron morir al justo y al inocente, acusándole <strong>del</strong> crimen que<br />

ellos cometían. En su defensa admirable reproducida por Platón, Sócrates lo<br />

explica con una perfecta sencillez: “Son mis investigaciones infructuosas para<br />

encontrar hombres sabios entre los Atenienses, las que han excitado contra mí<br />

tantas peligrosas enemistades; de ahí todas las calumnias difundidas sobre mi<br />

persona; porque todos los que me oyen creen que yo sé todas las cosas, sobre<br />

las que desenmascaro la ignorancia de los otros... Intrigantes, activos y<br />

numerosos, hablando de mí según un plan concertado y con elocuencia muy<br />

capaz de seducir, hace mucho tiempo que os han llenado los oídos con los<br />

ruidos más pérfidos y persiguen Sin descanso su sistema de calumnia. Hoy<br />

concitan contra mí a Melitus, Anytus y Lycón. Melitus representa a los poetas;<br />

Anytus, a los políticos y los artistas; Lycón, a los oradores”. Un poeta trágico<br />

sin talento, un rico malvado y fanático, un demagogo desvergonzado, lograron<br />

hacer condenar a muerte al mejor de los hombres. Y aquella muerte le ha<br />

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