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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

durante aquella noche que precedió al acto decisivo de su carrera profética?.<br />

Un gradual desvanecimiento de las cosas, bajo el fuego de la oración; una<br />

ascensión de esfera a esfera en alas <strong>del</strong> éxtasis; sintió poco a poco que entraba<br />

por su conciencia profunda en una existencia anterior, toda espiritual y divina.<br />

Lejos de él los soles, los mundos, las tierras, torbellinos de encarnaciones<br />

dolorosas; más bien en una atmósfera homogénea, una substancia fluida, una<br />

luz inteligente. En aquella luz, millones de seres celestes forman una bóveda<br />

moviente, un firmamento de cuerpos etéreos, blancos como la nieve, de donde<br />

brotan dulces fulguraciones. Sobre el torbellino brillante donde se hallaba en<br />

pie, seis hombres con vestiduras sacerdotales y poderosa estatura, elevan en<br />

sus manos un Cáliz resplandeciente. Son seis Mesías que han pasado ya por la<br />

tierra; él es el séptimo, y aquella Copa significa el Sacrificio que debe cumplir<br />

encarnándose a su vez. Bajo aquel torbellino, aquella nube, retumba el trueno;<br />

un abismo negro se abre; el círculo de las generaciones, la sima de la vida y de<br />

la muerte, el infierno terrestre. <strong>Los</strong> hijos de Dios, con suplicante ademán,<br />

elevan la Copa; el cielo inmóvil espera. Jesús, en signo de asentimiento,<br />

extiende los brazos en forma de cruz, como si quisiera abrazar al mundo.<br />

Entonces los hijos de Dios se prosternan, la cara contra tierra; un grupo de<br />

ángeles-femeninos con largas alas y ojos bajos, se lleva el Cáliz incandescente<br />

hacia la bóveda de luz. El hosanna se repite de cielos en cielos, melodioso,<br />

inefable... Pero Él, sin escucharlo siquiera, se sumerge en el abismo...<br />

He aquí lo que había ocurrido en el mundo de las Esencias, en el seno<br />

<strong>del</strong> Padre, donde se celebran los misterios <strong>del</strong> Amor eterno y donde las<br />

revoluciones de los astros pasan ligeras como ondas. Esto es lo que había<br />

jurado cumplir; para eso había nacido; para eso había luchado hasta el día. Y<br />

aquel gran juramento le coronaba al término de su obra, por la plenitud de su<br />

ciencia divina vivida en el éxtasis.<br />

¡Juramento formidable, terrible cáliz!. Preciso era beberlo. Después de<br />

la embriaguez <strong>del</strong> éxtasis, despertaba en el fondo <strong>del</strong> abismo, al borde <strong>del</strong><br />

martirio. No había ya duda, los tiempos habían llegado. El cielo había<br />

hablado; la tierra pedía auxilio.<br />

Entonces, volviendo sobre el camino andado, por lentas etapas, Jesús<br />

descendió el valle <strong>del</strong> Jordán y tomó el camino de Jerusalén.<br />

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