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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

de la ley, negaban el alma y la vida futura. Se burlaban igualmente de las<br />

prácticas penosas de los fariseos y de sus extravagantes creencias. Para ellos la<br />

religión consistía únicamente en las ceremonias sacerdotales. Habían tenido en<br />

sus manos el pontificado bajo los seleúcidas, entendiéndose perfectamente con<br />

los paganos, impregnándose de sofisma griego y aun de epicureismo elegante.<br />

Bajo los Macabeos, los fariseos les habían arrojado <strong>del</strong> pontificado. Pero bajo<br />

Herodes y los romanos, habían vuelto a ocupar su lugar. Eran hombres duros y<br />

tenaces, sacerdotes vividores que sólo tenían una fe: la de su superioridad, y<br />

una idea: guardar el poder que poseían por tradición.<br />

¿Qué podía ver en aquella religión, Jesús, el iniciado, el heredero de los<br />

profetas, el vidente de Engaddi, que buscaba en el orden social la imagen <strong>del</strong><br />

orden divino, en que la justicia reina sobre la vida, la ciencia sobre la justicia,<br />

el amor y la sabiduría sobre las tres?. ― En el templo, en lugar de la ciencia<br />

suprema y de la iniciación, la ignorancia materialista y agnóstica,<br />

considerando a la religión como un instrumento de poder; en otros términos: la<br />

impostura sacerdotal. ― En las escuelas y las sinagogas, en lugar <strong>del</strong> pan de<br />

vida y <strong>del</strong> rocío celeste para los corazones, una moral interesada, recubierta<br />

por una devoción formalista, es decir, la hipocresía. ― Muy lejos, sobre ellos,<br />

envuelto en un nimbo, César todopoderoso, apoteosis <strong>del</strong> mal, deificación de<br />

la materia; César, solo Dios <strong>del</strong> mundo de entonces, solo dueño y amo posible<br />

de los saduceos y fariseos, quisiéranlo o no. ― Habiendo formado Jesús,<br />

como los profetas, su idea en el esoterismo persa, ¿Tenía o no razón en llamar<br />

a aquel reino el reino de Satán o de Ahrimán, esdecir, la dominación de la<br />

materia sobre el espíritu a la que quería substituir la <strong>del</strong> espíritu sobre la<br />

materia?. Como todos los grandes reformadores, atacaba, no a los hombres,<br />

que por excepción podían ser excelentes, sino a las doctrinas y a las<br />

instituciones en que se encastilla la mayoría. Era preciso que la guerra fuese<br />

declarada a los poderes <strong>del</strong> día.<br />

La lucha se entabló en las sinagogas de Galilea para continuar bajo los<br />

pórticos <strong>del</strong> templo de Jerusalén, donde Jesús se estacionaba, predicando y<br />

haciendo frente a sus adversarios. En esto, como en toda su carrera, Jesús obra<br />

con esa mezcla de prudencia y de audacia, de reserva meditativa y de acción<br />

impetuosa que caracterizaba su naturaleza maravillosamente equilibrada. No<br />

tomó la ofensiva contra sus adversarios, esperó su ataque para contestarles. El<br />

ataque no se hizo esperar. <strong>Los</strong> fariseos estaban celosos de su fama desde el<br />

principio, a causa de sus curaciones. Pronto sospecharon en él a su enemigo<br />

más peligroso. Entonces le abordaron con esa urbanidad burlona, esa maldad<br />

astuta velada por hipócrita dulzura que les era propia y habitual. Cual sabios<br />

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