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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

con su voluntad como sujeta la mano el martillo”.<br />

Por tanto, el Misterio de la Pasión no significó en manera alguna para el<br />

Occidente y los pueblos norteños un motivo de pasividad, sino una renovación<br />

de energía por medio <strong>del</strong> Amor y <strong>del</strong> Sacrificio.<br />

La escena <strong>del</strong> Gólgota es el último término de la vida de Cristo, el sello<br />

impreso sobre su misión, y por tanto, el más profundo Misterio de dolor es<br />

algo tan sagrado, que mostrar su imagen a los ojos de la multitud puede<br />

parecer sacrilega profanación.<br />

¿A qué viene la lúgubre escena de la crucifixión?, se preguntaban los<br />

paganos de los primeros siglos. ¿De este martirio cruel ha de surgir la<br />

salvación <strong>del</strong> mundo?. Y muchos pensadores modernos han repetido: ¿La<br />

muerte de un justo tiene que salvar necesariamente a la humanidad?. ¡En tal<br />

caso Dios es un verdugo y el universo un potro de tortura!.<br />

Rodolfo Steiner ha dado a tan agudo problema la más filosófica<br />

respuesta: “Hay que evidenciar a los ojos <strong>del</strong> mundo que siempre lo espiritual<br />

ha vencido a lo material. La escena <strong>del</strong> Gólgota no es otra cosa que una<br />

Iniciación transportada sobre el plano de la historia universal. De las gotas de<br />

sangre vertidas sobre la cruz, mana un torrente de vida para el espíritu. La<br />

sangre es la substancialización <strong>del</strong> yo. Con la sangre derramada en el Golgota<br />

penetraría el amor de Cristo en el humano egoísmo como vivificante fluido”.<br />

Lentamente, la cruz se levanta sobre la siniestra colina que domina<br />

Sión. En la víctima ensangrentada que se estremece y palpita bajo el infame<br />

suplicio, respira un alma sobrehumana. Pero Cristo entregó sus poderes a los<br />

Elohim, y siéntese como desprendido de su aura solar, en soledad horrible, en<br />

lo más hondo de un abismo de tinieblas donde gritan los soldados y vociferan<br />

los enemigos.<br />

Oscura nube pesa sobre Jerusalén. La terrena atmósfera es sólo un<br />

prisma de la vida universal. Sus fluidos, vientos, elementales espíritus,<br />

alimentanse a veces con las pasiones humanas mientras responden a las<br />

impulsaciones cósmicas por medio de sus tempestades y convulsiones.<br />

Y llegaron para Jesús las horas de agonía, aplastantes como eternidades.<br />

A pesar de los desgarramientos <strong>del</strong> suplicio, continúa siendo el Mesías.<br />

Perdona a sus verdugos, consuela al ladrón que mantiene la fe. Próxima la<br />

muerte, siente Jesús la abrasante sed de los ajusticiados, presagio de<br />

liberación. Pero antes de vaciar su cáliz, debía experimentar este sentimiento<br />

de soledad que le obligaría a exclamar: “Padre mío, ¿Por qué me has<br />

abandonado?”, seguido de la palabra suprema: “Todo ha terminado”, que<br />

imprime el sello <strong>del</strong> Eterno sobre la frente de los siglos suspensos.<br />

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