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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

que las elementales virtudes debían ser la amistad y el respeto a los maestros.<br />

El candidato despedido se iba avergonzado y se volvía a veces un enemigo<br />

temible para la orden, como aquel famoso Cylón, que más tarde amotinó al<br />

pueblo contra los pitagóricos y produjo la catástrofe de la orden. <strong>Los</strong> que, al<br />

contrario, soportaban los ataques con firmeza, que respondían a las<br />

provocaciones con palabras justas y espirituales, y declaraban que estaban<br />

prestos a comenzar la prueba cien veces para obtener una sola parcela de la<br />

sabiduría, eran solemnemente admitidos en el noviciado y recibían las<br />

entusiastas felicitaciones de sus nuevos condiscípulos.<br />

PRIMER GRADO - PREPARACIÓN (PARASKEIE)<br />

EL NOVICIADO Y LA VIDA PITAGÓRICA<br />

Únicamente entonces comenzaba el noviciado llamado preparación<br />

(paraskeié) que duraba al menos dos años y podía prolongarse hasta cinco.<br />

<strong>Los</strong> novicios u oyentes (akusikoi) se sometían durante las lecturas que<br />

recibían, a la regla absoluta <strong>del</strong> silencio. No tenían el derecho de hacer una<br />

objeción a sus maestros, ni de discutir sus enseñanzas. Debían recibirlas con<br />

respeto y meditar sobre ellas ampliamente. Para imprimir esta regla en el<br />

espíritu <strong>del</strong> nuevo oyente, se le mostraba una estatua de mujer envuelta en<br />

amplio velo, un dedo sobre sus labios: la Musa <strong>del</strong> silencio.<br />

Pitágoras no creía que la juventud fuese capaz de comprender el origen<br />

y el fin de las cosas. Pensaba que ejercitarla en la dialéctica y en el<br />

razonamiento, antes de haberla dado el sentido de la verdad, formaba cabezas<br />

huecas y sofistas pretenciosos. Pensaba él desarrollar ante todo en sus<br />

facultades la facultad primordial y superior <strong>del</strong> hombre: la intuición. Y para<br />

ello, no enseñaba cosas misteriosas o difíciles. Partía de los sentimientos<br />

naturales, de los primeros deberes <strong>del</strong> hombre a su entrada en la vida y<br />

mostraba su relación con las leyes universales. Al inculcar por el pronto a los<br />

jóvees el amor a sus padres, agrandaba aquel sentimiento asimilando la idea<br />

de padre a la de Dios, el gran creador <strong>del</strong> universo. “Nada más venerable,<br />

decía, que la cualidad <strong>del</strong> padre. Homero ha llamado a Júpiter el rey de los<br />

Dioses; más para mostrar toda su grandeza le llama padre de los Dioses y de<br />

los hombres”. Comparaba a la madre con la naturaleza generosa y<br />

bienhechora; como Cibeles celeste produce los astros, como Demeter genera<br />

los frutos y las flores de la tierra, así la madre alimenta al hijo con todas las<br />

alegrías. El hijo debía, pues, honrar a su padre y a su madre como<br />

representantes efigies terrestres de aquellas grandes divinidades. Mostraba<br />

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