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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

más incontestable no es la menos extraordinaria, quiero decir la <strong>del</strong> mismo<br />

Pablo; en sus epístolas se refiere a ella sin cesar como fuente de su fe. Dados<br />

el estado psicológico precedente de Pablo y la naturaleza de su visión, ésta<br />

viene de fuera y no de dentro; es de un carácter inesperado y fulminante y<br />

cambia su ser de pies a cabeza. Como bautismo de fuego templa su alma, la<br />

reviste de una armadura infrangible, y hace de él ante el mundo el defensor<br />

invencible <strong>del</strong> Cristo.<br />

De este modo, el testimonio de Pablo tiene una doble fuerza, en tanto<br />

que afirma su propia visión y corrobora la de los otros. Si se quisiera dudar de<br />

la sinceridad de tales afirmaciones, sería preciso rechazar en masa todos los<br />

testimonios históricos y renunciar a escribir historia. Agreguemos que si no<br />

puede haber crítica exacta sin un cotejo exacto y una selección razonada de<br />

todos los documentos, tampoco puede haber historia filosófica si no sé deduce<br />

la grandeza de los efectos de la grandeza de las causas. Se puede no conceder<br />

ningún valor objetivo a la resurrección y considerarla como un fenómeno de<br />

alucinación pura — como lo hacen Celse, Strauss y M. Renán. Pero en ese<br />

caso, preciso es fundar la más grande revolución religiosa de la humanidad<br />

sobre una aberración de los sentidos y sobre una quimera <strong>del</strong> espíritu. (Strauss<br />

ha dicho: El hecho de la resurrección sólo es explicable como un juego de<br />

charlatán al servicio de la historia universal, ein weltthistorischer humburg.<br />

La frase es más cínica que aguda y no explica las visiones de los apóstoles y<br />

de Pablo).<br />

No hay que engañarse; la fe en la resurrección es la base <strong>del</strong><br />

cristianismo histórico. Sin esta confirmación de la doctrina de Jesús por un<br />

hecho deslumbrador, su religión no hubiera tan siquiera comenzado.<br />

Aquel hecho operó una revolución total en el alma de los apóstoles. De<br />

judaica que era, su conciencia se convirtió en cristiana. Para ellos el Cristo<br />

glorioso, vive; él les ha hablado; el cielo se ha abierto; el más allá ha<br />

ingresado en el más-acá; la aurora de la inmortalidad ha tocado a su frente y<br />

abrasado sus almas con un fuego que no puede apagarse ya. Sobre el reino<br />

terrestre de Israel que se derrumba, han entrevisto en todo su esplendor el<br />

reino celeste y universal. De ahí sus alientos para la lucha, su alegría en el<br />

martirio. De la resurrección de Jesús parte ese impulso prodigioso, esa<br />

inminente esperanza que lleva el Evangelio a todos los pueblos y va a bañar<br />

con sus ondas los últimos confines de la tierra. Para que el cristianismo<br />

triunfase, se precisaban dos cosas, como dice Fabre d’Olivet: que jesús<br />

quisiera morir y que tuviese la fuerza de resucitar.<br />

Para concebir <strong>del</strong> hecho de la resurrección una idea racional, para<br />

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