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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

con una sonrisa y el placer con una castidad ingenua. Pero lo que constituía la<br />

marca dominante, extraordinaria, única de aquella alma, era que el nacer<br />

parecía haber hecho un pacto misterioso con la eternidad. Sí, las cosas eternas<br />

parecían vivir únicamente en el fondo de sus grandes ojos; las otras pasaban<br />

por ellos como vanas apariencias por un espejo profundo. Tras las formas<br />

visibles, cambiantes, imperfectas <strong>del</strong> mundo y de los seres, le aparecían<br />

formas invisibles, perfectas, pero siempre radiantes, de aquellos seres que ve<br />

el espíritu y que son sus mo<strong>del</strong>os eternos. He aquí por qué el joven Platón, sin<br />

haber formulado su doctrina, no sabiendo tan siquiera que un día sería<br />

filósofo, tenía ya conciencia de la realidad divina <strong>del</strong> Ideal y de su<br />

omnipotencia. He aquí por qué al ver llorar a las mujeres, los carros fúnebres,<br />

los ejércitos, las fiestas y los duelos, su mirada parecía ver otra cosa y decir:<br />

“¿Por qué lloran y por qué lanzan gritos de alegría?. Creen ser y no son. ¿Por<br />

qué no puedo unirme a lo que nace y a lo que muere?. ¿Por qué no puedo amar<br />

más que a lo invisible que ni nace ni muere nunca, sino que es siempre?”.<br />

El Amor y la Armonía, he aquí el fondo <strong>del</strong> alma de Platón, pero ¡qué<br />

Amor y qué Armonía!. El Amor de la Belleza eterna y de la Armonía que<br />

abarca el Universo. Cuanto más grande y profunda es un alma, más tiempo<br />

tarda en conocerse a sí misma. Su primer entusiasmo le lanzó a las artes.<br />

Platón pertenecía a una familia distinguida, puesto que su padre pretendía<br />

descender <strong>del</strong> rey Codrus y su madre de Solón. Su juventud fue la de un<br />

ateniense rico, rodeado de todos los lujos y de todas las seducciones de una<br />

época de decadencia. A ella se entregó sin excesos ni gazmoñería, viviendo<br />

como sus iguales, gozando noblemente de una buena herencia, rodeado y<br />

festejado por numerosos amigos. Él nos ha descrito demasiado bien la pasión<br />

<strong>del</strong> amor en todas sus fases en su Fedro, para que no haya experimentado sus<br />

transportes y crueles desilusiones. Un solo verso nos queda de él, tan<br />

apasionado como un verso de Safo, tan chispeante de luz como una noche<br />

estrellada sobre el mar de las Cíclados: “Quisiera ser el cielo, a fin de ser todo<br />

ojos para mirarte”. Buscando la Belleza suprema a través de todos los modos y<br />

todas las fonnas de lo bello, cultivó sucesivamente la pintura, la música y la<br />

poesía. Ésta parecía que iba a responder a todas sus necesidades, y terminó por<br />

fijar sus deseos. Platón tenía una maravillosa facilidad para todos los géneros.<br />

Sentía con intensidad igual la poesía amorosa y ditirámbica, la epopeya, la<br />

tragedia, la misma comedia con su más fina sal ática. ¿Qué le faltaba para<br />

llegar a ser un Sófocles y levantar al teatro de Atenas de su decadencia<br />

inminente?. Esa ambición le tentó: sus amigos le excitaban. A los veintisiete<br />

años había compuesto varias tragedias e iba a presentar una al concurso.<br />

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