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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

manifestaciones. Cuando terminó, los soldados rindieron sus armas a<br />

Krishna, diciendo:<br />

— No te llevaremos prisionero ante nuestro rey, sino que te seguiremos<br />

ante el tuyo.<br />

Y quedaron con él. Kansa, al saber esto, quedó aterrado. Nysumba le<br />

dijo:<br />

— Envíale los personajes principales <strong>del</strong> reino. Así se hizo. Fueron a la<br />

población en que Krishna predicaba. Habían prometido no escucharle. Pero<br />

cuando vieron el brillo de su mirada, la majestad de su aspecto, y el respeto<br />

que le tenía la muchedumbre, no pudieron privarse de escucharle. Krishna les<br />

habló de la servidumbre interior de los que hacen el mal, y de la libertad<br />

celeste de los que hacen el bien.<br />

<strong>Los</strong> kchatryas quedaron sobrecogidos de gozo y de sorpresa, porque se<br />

sintieron como libertados de un peso enorme.<br />

— En verdad, eres un gran mago — dijeron —, porque habíamos jurado<br />

conducirte ante el rey con cadenas de hierro; pero nos es imposible hacerlo,<br />

puesto que nos has libertado de las nuestras.<br />

Fueron, pues, ante Kansa y le dijeron:<br />

— No podemos traerte ese hombre. Es un profeta muy grande, y no<br />

tienes nada que temer de él.<br />

El rey, viendo que todo era inútil, hizo triplicar sus guardias y poner<br />

férreas cadenas a todas las puertas de su palacio. Sin embargo, un día oyó un<br />

gran ruido en la ciudad, gritos de alegría y de triunfo. <strong>Los</strong> guardias vinieron<br />

a decirle: “Es Krishna, que entra en Madura. El pueblo hunde las puertas y<br />

rompe las cadenas de hierro”. Kansa quiso huir, pero los guardias mismos le<br />

obligaron a permanecer en su trono.<br />

En efecto: Krishna, seguido de sus discípulos y de un gran número de<br />

anacoretas, hacía su entrada en Madura, empavesada con estandartes, en<br />

medio de una multitud nutrida de hombres, que parecía un mar agitado por<br />

el viento. Entraba bajo una lluvia de guirnaldas y de flores. Todos le<br />

aclamaban. Ante los templos, los brahmanes se agrupaban bajo los plátanos<br />

sagrados, para saludar al hijo de Devaki, al vencedor de la serpiente, al<br />

héroe <strong>del</strong> monte Meru; pero sobre todo al profeta de Vishnú. Seguido de<br />

brillante cortejo, y saludado como un libertador por el pueblo y los<br />

kchatryas, Krishna se presentó ante el rey y la reina.<br />

— Sólo has reinado por la violencia y el mal — dijo Krishna a Kansa —<br />

y has merecido mil muertes, porque has matado al santo anciano Vasichta.<br />

Sin embargo, no morirás aún. Quiero probar al mundo que no es<br />

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