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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

tumba de los héroes es el universo entero y no está en las columnas recargadas<br />

de fastuosas inscripciones”. ¿No respiran estas palabras la conciencia de<br />

Grecia y de su inmortalidad?.<br />

Más una vez muerto Pericles, ¿Qué quedaba de la antigua Grecia, qué<br />

vivía en sus hombres de acción?. En el interior de Atenas las discordias de una<br />

democracia decadente; en el exterior, la invasión lacedemónica siempre a las<br />

puertas, la guerra por tierra y por mar, y el oro <strong>del</strong> rey de Persia circulando<br />

como un veneno corruptor en manos de los tribunos magistrados. Alcibíades<br />

había reemplazado a Pericles en el favor <strong>del</strong> pueblo. Aquel tipo de la juventud<br />

dorada de Atenas había llegado a ser el hombre <strong>del</strong> día. Político aventurero,<br />

intrigante lleno de seducción, condujo alegremente su patria a la ruina. Platón<br />

le había observado bien; más tarde trazó, como un maestro, la psicología de<br />

aquel carácter. Compara el deseo furioso de poder que llena el alma de<br />

Alcibíades, a un gran zángano alado “alrededor de quien las pasiones<br />

coronadas de flores, perfumadas con esencia, embriagadas con vino y con<br />

todos los placeres desenfrenados, vienen a zumbar, alimentándole,<br />

educándole, armándole en fin con el aguijón de la ambición. Entonces aquel<br />

tirano <strong>del</strong> alma escoltado por la demencia, se agita con furor; si encuentra a, su<br />

alrededor pensamientos y sentimientos honrados que pudieran aún hacerle<br />

enrojecer, los mata y los arroja de sí, hasta que ha purgado al alma de toda<br />

templanza y la ha llenado con el fervor que le arrastra”.<br />

El cielo de Atenas tuvo colores bastante sombríos durante la juventud<br />

de Platón. A los veinticinco años asistió a la toma de Atenas por los<br />

Espartanos después de la desastrosa batalla naval de Egos Pótamos. Luego vio<br />

la entrada de Lisandro en su ciudad natal; lo que significaba el fin de la<br />

independencia de Atenas. Vio los largos muros construidos por Temístocles,<br />

demolidos a los sones de una música festiva y al enemigo triunfante bailar<br />

literalmente sobre las ruinas de su patria. Luego llegaron los treinta tiranos y<br />

sus proscripciones.<br />

Aquellos espectáculos entristecieron el alma juvenil de Platón, pero no<br />

pudieron turbarla. Aquella alma era tan dulce, tan límpida, tan abierta como la<br />

bóveda <strong>del</strong> cielo sobre el Acrópolis. Platón era un joven de alta estatura, ancho<br />

de espalda, grave, recogido, casi siempre silencioso; pero cuando abría la<br />

boca, una sensibilidad exquisita, una dulzura encantadora emanaban de sus<br />

palabras. En él nada de saliente, de excesivo. Sus actitudes variadas se<br />

disimulaban como fundidas en la armonía superior de su ser. Una gracia alada,<br />

una modestia natural ocultaba la seriedad de su espíritu; una ternura casi<br />

femenina servía de velo a la firmeza de su carácter. En él la virtud se revestía<br />

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