09.05.2013 Views

Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

SHOW MORE
SHOW LESS

You also want an ePaper? Increase the reach of your titles

YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.

Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

inmemorial de los patriarcas nómadas. Se encendía el can<strong>del</strong>abro de siete<br />

luces, luego se abrían los rollos de papiros y se leían historias santas. Para el<br />

alma infantil, el Eterno estaba presente, no sólo en el cielo estrellado, sino<br />

también en aquel can<strong>del</strong>abro que reflejaba su gloria, en el verbo <strong>del</strong> padre<br />

como en el amor silencioso de la madre. Así, los grandes días de Israel<br />

mecieron la infancia de Jesús, días de gozo y de duelo, de triunfo y de<br />

destierro, de aflicciones sin cuento y de esperanza eterna. A las preguntas<br />

ardientes, incisivas, <strong>del</strong> niño, el padre callaba. Pero la madre, levantando tras<br />

sus largas pestañas sus grandes ojos de siria soñadora y encontrando la mirada<br />

interrogadora de su hijo, le decía: “La palabra de Dios sólo vive en sus<br />

profetas. En su día, los sabios Esenios, los solitarios <strong>del</strong> monte Carmelo y <strong>del</strong><br />

Mar Muerto te responderán”.<br />

Nos imaginamos también a Jesús mezclado con sus compañeros,<br />

ejerciendo sobre ellos el singular prestigio que da la inteligencia precoz, unida<br />

al sentimiento de la justicia y a la simpatía activa. Le seguimos en la sinagoga<br />

donde oía discutir a los escribas y a los fariseos, donde debía ejercitar su<br />

poderosa dialéctica. Le vemos desde muy temprana edad disgustado por la<br />

sequedad de aquellos doctores de la ley, que atormentaban la letra hasta<br />

expurgar de ella el espíritu. Se le ve también contemplar la vida pagana,<br />

adivinándola y abarcándola con la mirada, visitando la opulenta Sephoris,<br />

capital de Galilea, residencia de Antipas, dominada por su acrópolis y<br />

guardada por mercenarios de Herodes: galos, tracios, bárbaros de todos los<br />

países. Quizás también, en uno de aquellos viajes tan frecuentes en las<br />

familias judías, llegó a una de las ciudades fenicias, verdaderos hormigueros<br />

humanos al borde <strong>del</strong> mar, y vio a lo lejos templos bajos de columnas<br />

rechonchas, rodeados de bosquecillos negros de donde salía al son de las<br />

flautas plañideras el canto de las sacerdotisas de Astarté. Su grito de<br />

voluptuosidad, agudo como el dolor, despertó en su corazón asombrado un<br />

amplio estremecimiento de angustia y de piedad. Entonces el hijo de María<br />

volvía a sus queridas montañas con un sentimiento de libertad. Subía a la roca<br />

de Nazareth e interrogaba los vastos horizontes de Galilea y Samaría. Miraba<br />

el Carmelo, Gelboé, el Tabor, los montes Sichem, viejos testigos de los<br />

patriarcas y de los profetas. “<strong>Los</strong> altos lugares”, se desplegaban en círculo; se<br />

elevaban en la inmensidad <strong>del</strong> cielo como altares atrevidos que esperasen el<br />

fuego y el incienso. ¿Esperaban a alguien?.<br />

Más por poderosas que fueran las impresiones <strong>del</strong> mundo circundante<br />

sobre el alma de Jesús, palidecían todas ante la verdad soberana, inenarrable,<br />

de su mundo interior. Aquella verdad florecía en el fondo de él mismo como<br />

337

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!