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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

pompas <strong>del</strong> Arte sólo logran hacer relumbrar un momento una verdad<br />

engañosa bajo un velo que lleva a la decepción. Aquella Belleza radiante,<br />

eterna, que es “el Esplendor de la Verdad”, mató a la belleza cambiante y<br />

engañosa en el alma de Platón. He aquí por qué Platón, olvidando y dejando<br />

todo lo que hasta entonces había amado, entregó su alma a Sócrates, en la flor<br />

de su juventud. Gran Victoria de la Verdad sobre la Belleza y que tuvo<br />

incalculables consecuencias para la historia <strong>del</strong> espíritu humano.<br />

Entre tanto los amigos de Platón esperaban verle debutar como poeta en<br />

la escena. Les invitó en su casa a un gran festín, y todos se admiraron de que<br />

él quisiera dar tal fiesta en aquel momento, porque era costumbre no darla<br />

hasta después de haber obtenido el premio, y cuando la tragedia coronada se<br />

había representado. Pero nadie rehusaba una invitación <strong>del</strong> rico joven en quien<br />

las Musas y las Gracias se hallaban en compañía de Eros. Su casa servía hacía<br />

mucho tiempo de punto de reunión a la juventud elegante de Atenas. Platón<br />

gastó una fortuna para aquel banquete. Se puso la mesa en el jardín. Jóvenes<br />

provistos de antorchas iluminaban la escena. Las tres más hermosas hetairas<br />

de Atenas asistieron. El festín duró toda la noche. Se cantaron himnos al Amor<br />

y a Baco. Las tocadoras de flautas bailaron sus danzas más voluptuosas. Por<br />

fin, rogaron a Platón que recitara uno de su ditirambos. Se levantó entonces<br />

sonriente y dijo: “Este festín es el último que os doy. A partir de hoy renuncio<br />

a los placeres de la vida para consagrarme a la sabiduría y seguir las<br />

enseñanzas de Sócrates. Sabedlo todos: renuncio también a la poesía, porque<br />

he reconocido su impotencia para expresr la verdad que yo busco. Ya no haré<br />

ni un solo verso vov a quemar en vuestra presencia todos los que he<br />

compuesto”. Un solo grito de asombro y de protesta se elevó de todos los<br />

puntos de la mesa, alrededor de la cual estaban acostados, en lechos<br />

suntuosos, los convidados coronados de rosas. De aquellos semblantes<br />

enrojecidos por el vino, la alegría, los chistes de la comida, unos expresaban la<br />

sorpresa, otros la indignación. Hubo entre los elegantes y los sofistas risas de<br />

incredulidad y de desprecio. Se tachó de locura y sacrilegio el proyecto de<br />

Platón; le incitaron a que volviese sobre sus pasos. Pero Platón afirmó estar<br />

resuelto, con una calma y seguridad tan grande, que no sufrían réplica. Por fin<br />

terminó diciendo: “Doy las gracias a todos los que han querido tomar parte en<br />

esta fiesta de adiós; pero no retendré conmigo más que a quienes quieran<br />

compartir mi nueva vida. <strong>Los</strong> amigos de Sócrates serán en a<strong>del</strong>ante mis únicos<br />

amigos”. Estas palabras pasaron como una escarcha sobre un campo de flores.<br />

Apareció súbitamente en aquellos semblantes risueños, el aire triste y<br />

embarazado de gentes que asisten a un entierro. Las cortesanas se levantaron y<br />

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