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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

por el esfuerzo combinado de la intuición, la razón y la voluntad, y participar<br />

de antemano de las vastas verdades de que ella debe tomar posesión plena y<br />

entera en el inmenso más allá. Unicamente entonces Perséfona volverá a ser la<br />

pura, la luminosa, la Virgen inefable, dispensadora <strong>del</strong> amor y de la alegría. ―<br />

En cuanto a su madre Ceres, era en los misterios el símbolo de la Inteligencia<br />

divina y <strong>del</strong> principio intelectual <strong>del</strong> hombre, que éste debe alcanzar para<br />

obtener su perfección.<br />

De creer a Platón, Jámblico, Proclus y todos los filósofos alejandrinos,<br />

los mejores de los iniciados tenían en el interior <strong>del</strong> templo visiones de un<br />

carácter extático y maravilloso. He citado el testimonio de Porfirio. He aquí el<br />

de Proclus: “En todas las iniciaciones y misterios, los dioses (esa palabra<br />

significa aquí toda clase de espíritus) muestran muchas formas de sí mismos y<br />

aparecen bajo gran variedad de figuras; a veces es una luz sin forma, otras esta<br />

luz reviste una forma humana, otras una forma diferente”. (Proclo,<br />

Comentario de la República de Platón). He aquí el pasaje de Apuleyo: “Me<br />

aproximé a los confines de la muerte y habiendo alcanzado el umbral de<br />

Proserpina, de él volví, habiendo sido llevado a través de todos los elementos<br />

(espíritus elemetales de la tierra, <strong>del</strong> agua, <strong>del</strong> aire y <strong>del</strong> fuego). En las<br />

profundidades de media noche, vi al Sol con luz espléndida al mismo tiempo<br />

que a los dioses infernales y a los dioses superiores y aproximándome a estas<br />

divinidades, les pagué el tributo de una piadosa adoración”.<br />

Por vagos que sean estos testimonios, parecen relacionarse con<br />

fenómenos ocultos. Según la doctrina de los misterios, las visiones extáticas<br />

<strong>del</strong> templo se producían a través <strong>del</strong> más puro de los elementos: la luz<br />

espiritual asimilada a la Isis celeste. <strong>Los</strong> oráculos de Zoroastro la llaman la<br />

Naturaleza que habla por sí misma, es decir, un elemento por medio <strong>del</strong> cual el<br />

Mago da una expresión visible e instantánea al pensamiento, y que sirve<br />

igualmente de cuerpo y de vestidura a las almas, que son los más bellos<br />

pensamientos de Dios. Por esta razón el hierofante, si tenía el poder de<br />

producir ese fenómeno, de poner a los iniciados en relación con las almas de<br />

los héroes y de los dioses (ángeles y arcángeles), era asimilado en ese<br />

momento al Creador, al Demiurgo; el Porta-antorchas al Sol, es decir, a la luz<br />

hiperfísica; y el Hermes a la palabra divina que es su intérprete. Cualesquiera<br />

que fueran los efectos de estas visiones, no hay más que una voz en la<br />

antigüedad sobre la exaltación serena que producían las últimas revelaciones<br />

de Eleusis. Entonces una felicidad desconocida, una paz sobrehumana<br />

descendía al corazón de los iniciados. La vida parecía vencida, el alma<br />

libertada, el ciclo temible de las existencias, terminado. Todos se volvían a<br />

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