09.05.2013 Views

Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

SHOW MORE
SHOW LESS

Create successful ePaper yourself

Turn your PDF publications into a flip-book with our unique Google optimized e-Paper software.

Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

Durante un mes llegaba todas las noches sobre la agitada ola<br />

demoníaca; por fin pareció que se aproximaba y se enardecía. Tras su velo<br />

oscuro, centelleaba con fulgores fugitivos un cuerpo nacarado, de<br />

fosforescente hermosura. ¿Era una tentadora enviada por Arimán, una de<br />

aquellas larvas que inducen a los hombres a lúbricos amores entre las tumbas<br />

marmóreas, bajo los cipreses de los cementerios?. No. Revelaba la velada<br />

sombra demasiada majestad y pesadumbre.<br />

Una noche, sin embargo, inclinóse sobre ti y al través de su velo negro<br />

salió de su boca un aliento cálido que recorrió las venas <strong>del</strong> vidente como un<br />

río de fuego.<br />

Y Zoroastro despertó sudoroso, lleno de angustia, en su lecho de<br />

hojarasca, bajo su piel de búfalo. No percibía en la noche más que el aullar <strong>del</strong><br />

viento en el profundo abismo, al arremolinarse en ráfagas y torbellinos, <strong>del</strong><br />

viento desesperado que respondía a la voz áspera y salvaje <strong>del</strong> torrente.<br />

Pero poco a poco, mes tras mes, en sus visitas espaciadas, se aclaraba la<br />

sombra femenina. De negra se convirtió en gris, luego devino blanquecina y<br />

parecía traer con ella rayos y flores, porque entonces llegaba sola. Había<br />

logrado expulsar a los demonios de su rosado nimbo.<br />

Un día se mostró casi transparente en la lumbre de un alba incierta y<br />

tendió los brazos hacia Zoroastro como en un gesto de inefable despedida. Y<br />

permaneció así mucho tiempo, silenciosa y velada. Luego, cambiando de<br />

expresión, señaló el sol naciente. Volvióse después y se diluyó en su fulgor<br />

propio, como absorbida y embebida en su radiación.<br />

Despertó Zoroastro y anduvo hasta el extremo de la gruta que bordeaba<br />

el abismo. Era pleno día. El sol lucía en lo alto <strong>del</strong> firmamento. En aquel<br />

instante, aun sin distinguir en lo más mínimo las facciones de la Sombra, tuvo<br />

el solitario el sentimiento irrecusable de que aquel fantasma era el alma de<br />

Arduizur y que no volvería a verla en este mundo.<br />

Permaneció largo tiempo inmóvil. Un dolor agudo le punzaba y un<br />

caudal de lágrimas silentes corrió de sus ojos, que el frío cuajaba entre su<br />

barba. Después ascendió a la cumbre. El sol de primavera derretía las<br />

estalactitas de hielo pendientes de las ramas de los viejos cedros. La nieve<br />

cristalizada centelleaba en las cimas de la cordillera <strong>del</strong> Albordj como si<br />

llorara lágrimas de hielo.<br />

<strong>Los</strong> tres días y las tres noches siguientes representaron para Zoroastro la<br />

máxima hondura de su desolación. Vivía la Muerte no suya, sino la de todos<br />

los seres. Vivía en Ella y Ella en él. Nada esperaba ya. No invocaba a Ormuz y<br />

no hallaba reposo más que en el desgarramiento de todo su ser, caminando<br />

412

Hooray! Your file is uploaded and ready to be published.

Saved successfully!

Ooh no, something went wrong!