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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

celestes, y de todos los seres vivos por principios inteligibles y fuerzas<br />

invisibles. Cuando una nueva especie aparece sobre el globo, es que una raza<br />

de almas de un tipo superior se encarna en épocas dadas en los descendientes<br />

de la especie antigua, para hacerla subir un escalón remoldeándola y<br />

transformándola a su imagen. De este modo la doctrina esotérica explica la<br />

aparición <strong>del</strong> hombre sobre la tierra. Desde el punto de vista de la evolución<br />

terrestre, el hombre es la última rama y la corona de todas las especies<br />

anteriores. Pero este punto de vista no basta para explicar su entrada en<br />

escena, como no bastaría para explicar la formación de la primera alga o <strong>del</strong><br />

primer crustáceo en el fondo de los mares. Todas esas creaciones sucesivas<br />

suponen, como cada nacimiento, la percusión de la tierra por los poderes<br />

invisibles que crean la vida. La <strong>del</strong> hombre supone el reino anterior de una<br />

humanidad celeste que preside al nacimiento de la humanidad terrestre y le<br />

envía, como las ondas de una marea formidable, nuevos torrentes de almas<br />

que se encarnan en su seno y hacen lucir los primeros rayos de un divino día<br />

en este ser temeroso, más impulsivo, audaz, que, apenas salido de las tinieblas<br />

de la animalidad, se ve obligado a luchar con todos los poderes de la<br />

naturaleza para poder vivir.<br />

Pitágoras, instruido por los templos <strong>del</strong> Egipto, tenía nociones precisas<br />

sobre las grandes evoluciones <strong>del</strong> globo. La doctrina india y la egipcia<br />

conocían la existencia <strong>del</strong> antiguo continente austral que había producido la<br />

raza roja y una potente civilización, llamada Atlante por los Griegos. Ella<br />

atribuía la emergencia y la inmersión alternativas de los continentes a la<br />

oscilación de los polos y admitía que la humanidad había atravesado así por<br />

seis diluvios. Cada ciclo interdiluviano trae el predominio de una gran raza<br />

humana. En medio de los eclipses parciales de la civilización y de las<br />

facultades humanas, hay un movimiento general ascendente.<br />

He aquí, pues, a la humanidad constituida y a las razas lanzadas en su<br />

carrera, a través de los cataclismos <strong>del</strong> globo. Pero sobre este globo, que<br />

tomamos al nacer por la base inmutable <strong>del</strong> mundo y que flota por el espacio,<br />

sobre estos continentes que emergen de los mares para desaparecer de nuevo,<br />

en medio de estos pueblos que pasan, de estas civilizaciones que se derumban,<br />

¿Cuál es el grande, el punzante, el eterno misterio?. Es el problema interior, el<br />

de cada uno y el de todos, es el problema <strong>del</strong> alma, que descubre en sí misma<br />

un abismo de tinieblas y de luz, que se contempla con una mezcla de encanto<br />

y de temor, y se dice: “Yo no soy de este mundo, porque él no basta para<br />

explicarme. No vengo de la tierra y voy a otra parte. ¿Pero adónde?”. Es el<br />

misterio de Psiquis, que contiene todos los demás.<br />

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