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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

ilumina y transfigura la tierra: Israel y Grecia.<br />

La importancia <strong>del</strong> pueblo de Israel para la historia de la humanidad<br />

resalta a primera vista, por dos razones. La primera es que representa el<br />

monoteísmo; la segunda, que ha dado nacimiento al cristianismo. Pero el<br />

objetivo providencial de la misión de Israel sólo aparece al que, abriendo los<br />

símbolos <strong>del</strong> Antiguo y <strong>del</strong> Nuevo Testamento, se da cuenta de que encierran<br />

toda la tradición esotérica <strong>del</strong> pasado, aunque bajo una forma frecuentemente<br />

alterada — en lo que concierne al Antiguo Testamento sobre todo — por los<br />

numerosos redactores y traductores, quienes la mayor parte ignoraban el<br />

primitivo significado. Entonces el papel de Israel se hace claro. Porque ese<br />

pueblo forma así el eslabón necesario entre el antiguo y el nuevo ciclo, entre el<br />

Oriente y el Occidente. La idea monoteísta lleva por consecuencia la<br />

unificación de la humanidad bajo un mismo Dios y bajo una misma ley. Pero<br />

mientras los teólogos se formen una idea infantil y los hombres de ciencia lo<br />

ignoren o lo nieguen pura y simplemente, la unidad moral, social y<br />

religiosa de nuestro planeta sólo será un piadoso deseo o un postulado de la<br />

religión y de la ciencia, impotentes para realizarla. Por el contrario, esa<br />

unidad orgánica aparece como posible cuando se reconoce esotérica y<br />

científicamente la clave <strong>del</strong> mundo y de la vida en el principio divino; la<br />

<strong>del</strong> hombre y la de la sociedad en su evolución. En fin, el cristianismo, es<br />

decir, la religión <strong>del</strong> Cristo, sólo nos aparece en su cultura y universalidad<br />

al descubrirnos su reserva esotérica. Entonces únicamente se muestra como la<br />

resultante de todo lo que ha precedido, como encerrando en sí los principios,<br />

el fin y los medios de la regeneración total de la humanidad. Sólo al<br />

abrirnos sus misterios últimos es cuando llegará a ser lo que realmente es:<br />

la religión de la promesa y <strong>del</strong> cumplimiento, es decir, de la iniciación<br />

universal.<br />

Moisés, iniciado egipcio y sacerdote de Osiris, fue incontestablemente el<br />

organizador <strong>del</strong> monoteísmo. Por él, ese principio hasta allí oculto bajo el<br />

triple velo de los misterios, salió <strong>del</strong> fondo <strong>del</strong> templo para entrar en el<br />

círculus de la historia. Moisés tuvo la audacia de hacer <strong>del</strong> más alto<br />

principio de la iniciación el dogma único de una religión nacional, y la<br />

prudencia de no revelar sus consecuencias más que a un pequeño número de<br />

iniciados, imponiéndolo a la masa por el temor. En esto, el profeta <strong>del</strong> Sinaí<br />

tuvo evidentemente intuiciones lejanas que sobrepasaban con mucho los<br />

destinos de su pueblo. La religión universal de la humanidad: he ahí la<br />

verdadera misión de Israel, que pocos judíos han comprendido, fuera de sus<br />

más grandes profetas. Esa misión, para cumplirse, suponía la submersión<br />

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