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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

Por esta época fue cuando Platón encontró a Sócrates discutiendo con<br />

varios jóvenes en los jardines de la Academia. Hablaba de lo Justo y de lo<br />

Injusto, de la Belleza, la Verdad y el Bien. El poeta se aproximó al filósofo, le<br />

escuchó, volvió al día siguiente y varios consecutivos. Al cabo de algunas<br />

semanas una revolución completa se había hecho en su espíritu. El feliz joven,<br />

el poeta lleno de ilusiones ya no se reconocía. El curso de sus pensamientos, el<br />

objetivo de su vida habían cambiado. Otro Platón acababa de nacer en él, bajo<br />

la palabra de aquel que se llamaba a sí mismo: “partero de almas”. ¿Qué había<br />

pasado?. ¿Por medio de qué sortilegio aquel razonador con cara de sátiro había<br />

arrancado <strong>del</strong> lujo, de las voluptuosidades, de la poseía, al bello, al genial<br />

Platón, para llevarle al gran renunciamiento que supone la sabiduría?.<br />

Sócrates era un hombre muy sencillo, pero también un gran original.<br />

Hijo de un escultor, esculpió las tres gracias durante su adolescencia; luego<br />

tiró el cincel, diciendo que le gustaba más esculpir su alma que el mármol. A<br />

partir de aquel momento, consagró su vida a la busca de la sabiduría. Se le<br />

veía en los gimnasios, en la plaza pública, en el teatro, conversar con los<br />

jóvenes, los artistas, los filósofos, y preguntar a cada uno la razón de lo que<br />

afirmaba. Hacía algunos años que los sofistas habían caído sobre la ciudad de<br />

Atenas como una nube de langostas. El sofista es la falsificación y la negación<br />

viva <strong>del</strong> filósofo, como el demagogo es la falsificación <strong>del</strong> hombre de Estado,<br />

el hipócrita la falsificación <strong>del</strong> sacerdote, el mago negro la falsificación<br />

infernal <strong>del</strong> verdadero iniciado. El tipo griego <strong>del</strong> sofista es más sutil, más<br />

razonador, más corrosivo que los otros; pero el género pertenece a todas las<br />

civilizaciones en decadencia. <strong>Los</strong> sofistas pululan en ellas tan fatalmente como<br />

los gusanos en un cuerpo descompuesto. Llámense ateos, nihilistas o<br />

pesimistas, los sofistas de todos los tiempos se parecen. Siempre niegan a Dios<br />

y al alma, es decir, a la verdad y a la vida supremas. <strong>Los</strong> <strong>del</strong> tiempo de<br />

Sócrates, los Pródicus, los Gorgias y los Protágoras decían que no hay<br />

diferencia entre la verdad y el error. Se alababan de probar cualquier idea y su<br />

contraria, afirmando que no hay más justicia que la fuerza, ni otra verdad que<br />

la opinión <strong>del</strong> sujeto. De este modo, contentos de sí mismos, vividores,<br />

haciéndose pagar caro sus lecciones, lanzaban a los jóvenes hacia el vicio, la<br />

intriga y la tiranía.<br />

Sócrates se aproximaba a los sofistas con su dulzura insinuante, su fina<br />

hombría de bien, como un ignorante que quiere instruirse. Sus ojos brillaban<br />

inteligentes y llenos de benevolencia. Luego, de pregunta en pregunta, les<br />

forzaba a decir lo contrario de lo que habían pretendido al principio y a<br />

confesar implícitamente que no sabían ni aun de lo que hablaban. Sócrates<br />

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