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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

Cerraba la noche. Pero he aquí que el cuerpo y la faz <strong>del</strong> Sublime<br />

resplandecían como si hubieran devenido transparentes. Este reflejo<br />

misterioso perduró hasta la exhalación de su último suspiro. Luego,<br />

extinguióse bruscamente. Y en el mismo instante, de la copa de los árboles<br />

gemelos se desprendió una lluvia de flores que cayó sobre el Buda. Acababa<br />

de entrar en el Nirvana.<br />

Llegaron entonces las mujeres de Kusínara que habían permanecido<br />

alejadas <strong>del</strong> Maestro, y suplicaron ver al Bienaventurado. Otorgó el favor<br />

Ananda, a pesar de las protestas de los demás. Se arrodillaron ellas, junto al<br />

cadáver, e inclinadas y sollozantes inundaron de ardientes lágrimas la faz<br />

helada <strong>del</strong> Maestro que en vida les alejara de su presencia.<br />

Estos detalles conmovedores, esta aureola discreta que la tradición hace<br />

planear sobre la muerte de Buda, evidencian quizá mejor aun que sus postreras<br />

pláticas lo que pasaba en el trasfondo de su conciencia y en la de sus<br />

discípulos. Como una oleada de lo Invisible, lo maravilloso invadió el vacío<br />

<strong>del</strong> Nirvana.<br />

Así las fuerzas cósmicas, relegadas o combatidas por Sakia-Muni como<br />

peligrosas, porque veía en ellas las tentadoras <strong>del</strong> fatal Deseo, aquellas fuerzas<br />

que había con celo proscrito de su comunidad y de su doctrina, flores de<br />

Esperanza, Lumbre celeste, Eterno-Femenino, tejedoras infatigables de la vida<br />

terrestre y de la vida divina, estuvieron presentes en su hora postrera.<br />

Sutiles, enlazantes, irresistibles, llegaron rozando y recogiendo el alma<br />

<strong>del</strong> formidable asceta para decirle que no las suprimiría ni las vencería.<br />

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