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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

pasado por el fuego. Tu seno permanecerá estéril”.<br />

Kansa se aproximó al fuego a su vez, y dijo al sacerdote:<br />

“— Entonces, dime: ¿De cuál de mis mujeres nacerá el dueño <strong>del</strong><br />

mundo?”.<br />

En este momento, Devaki, la hermana <strong>del</strong> rey, se aproximó al fuego.<br />

Era una virgen de corazón sencillo y puro, que había pasado su infancia<br />

hilando y tejiendo, y que vivía como en un sueño. Su cuerpo estaba en la<br />

tierra, su alma parecía estar siempre en el cielo. Devaki se arrodilló<br />

humildemente, rogando a los Devas que diesen un hijo a su hermano y a la<br />

hermosa Nysumba. El sacerdote miró alternativamente al fuego y a la<br />

virgen. De repente, exclamó lleno de admiración:<br />

“— ¡Oh, rey de Madura!. Ninguno de tus hijos será el dueño <strong>del</strong><br />

mundo. Éste nacerá en el seno de tu hermana, que aquí tienes”.<br />

Grande fue la consternación de Kansa y la cólera de Nysumba al oír<br />

estas palabras. Cuando la reina se encontró a solas con el rey, le dijo:<br />

“— Es necesario que Devaki perezca inmediatamente”.<br />

“— ¡Cómo! — respondió Kansa —. ¿Voy a hacer morir a mi hermana?.<br />

Si los Devas la protegen, su venganza recaerá sobre mí”.<br />

“— Entonces — dijo Nysumba llena de furor —, que ella reine en mi<br />

lugar, y que tu hermana de al mundo quien te haga perecer<br />

vergonzosamente. Yo no quiero reinar ya con un cobarde que tiene miedo a<br />

los Devas, y vuelvo a casa de mi padre Kalayeni”. <strong>Los</strong> ojos de Nysumba<br />

lanzaban fuegos oblicuos sus collares de oro se agitaban sobre su cuello<br />

negro y reluciente. Se arrojó a tierra, y su hermoso cuerpo se retorció como<br />

una serpiente furiosa. Kansa, ante la amenaza de perderla, y fascinado por<br />

una voluptuosidad terrible, quedó sobrecogido de miedo y de deseo.<br />

“— Bueno — dijo —: Devaki morirá; pero no me dejes”.<br />

Un relámpago de triunfo brilló en los ojos de Nysumba, una oleada<br />

de sangre enrojeció su carne negra. Se levantó de un salto, y abrazó al<br />

tirano domado, con sus brazos flexibles. Después, rozándole con su pecho<br />

de ébano, <strong>del</strong> que se exhalaban embriagadores perfumes, y tocándole con<br />

sus labios ardientes, murmuró en voz baja:<br />

“— Ofreceremos un sacrificio a Kali, la Diosa <strong>del</strong> Deseo y de la<br />

Muerte, y ella nos dará un hijo que será el dueño <strong>del</strong> mundo”.<br />

Aquella misma noche, el purohita, jefe <strong>del</strong> sacrificio, vio en sueños<br />

al rey Kansa que sacaba la espada contra su hermana. En seguida fue a<br />

casa de la virgen Devaki, le anunció que un peligro de muerte la<br />

amenazaba, y la ordenó que huyese sin tardanza al refugio de los<br />

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