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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

bienhechores amados la penetran como un rocío celeste que dejará en su<br />

corazón la ardiente sed de una felicidad desconocida.<br />

Entonces — con juramentos solemnes — ella promete acordarse..., acordarse<br />

de la luz en el mundo de las tinieblas, de la verdad en el mundo de la mentira,<br />

<strong>del</strong> amor en el mundo <strong>del</strong> odio. — ¡La vuelta, la corona inmortal se alcanzan a<br />

ese precio! —. Se despierta en una atmósfera espesa. Astro etéreo, almas<br />

diáfanas, océanos de luz, todo ha desaparecido. Ya está sobre la tierra, en el<br />

abismo <strong>del</strong> nacimiento y de la muerte. Sin embargo, aun no ha perdido el<br />

recuerdo celeste, y el guía alado visible ahora a sus ojos, le designa la mujer<br />

que será su madre. Esta lleva en sí el germen de un niño. Pero este germen<br />

sólo vivirá si el espíritu le anima. Entonces tiene lugar durante nueve meses el<br />

misterio más impenetrable de la vida terrestre, el de la encarnación y de la<br />

maternidad.<br />

La fusión misteriosa se opera lentamente, sabiamente, órgano por<br />

órgano, fibra por fibra. A medida que el alma se sumerge en aquel antro cálido<br />

que hormiguea, a medida que se siente cogida en los repliegues de las<br />

vísceras, la conciencia de su vida divina se borra y se extingue. Porque entre<br />

ella y la luz de lo alto se interponen las ondas de la sangre, los tejidos de la<br />

carne que la ahogan y la llenan de tinieblas. Ya aquella luz lejana, sólo es un<br />

resplandor moribundo. Por fin, un dolor horrible la comprime, la aprieta como<br />

en un torno; una convusión sangrienta la arranca <strong>del</strong> alma maternal y la clava<br />

a un cuerpo palpitante. El niño ha nacido, miserable efigie terrestre, y grita<br />

espantado. Pero el recuerdo celeste ha entrado en las profundidades ocultas de<br />

lo Inconsciente. ¡Este recuerdo sólo revivirá por la Ciencia o por el Dolor, por<br />

el Amor o por la Muerte!.<br />

La ley de encarnación y desencarnación nos descubre, pues, el<br />

verdadero sentido de la vida y de la muerte. Ella constituye el nudo capital en<br />

la evolución <strong>del</strong> alma, y nos permite seguirla, hacia atrás y hacia a<strong>del</strong>ante,<br />

hasta las profundidades de la naturaleza y de la divinidad. Porque esta ley nos<br />

revela el ritmo y la medida, la razón y el objeto de su inmortalidad. De<br />

abstracta o de fantástica, la vuelve viva y lógica, mostrando las<br />

correspondencias de la vida y de la muerte. El nacimiento terrestre es una<br />

muerte, desde el punto de vista espiritual, y la muerte una resurrección celeste.<br />

La alternativa de las dos vidas es necesaria para el desarrollo <strong>del</strong> alma, y cada<br />

una de las dos es, a la vez la consecuencia y la explicación de la otra. Quien se<br />

haya penetrado de estas verdades, se encuentra en el corazón de los misterios,<br />

en el centro de la iniciación.<br />

Pero, se me dirá, ¿Qué es lo que nos prueba la continuidad <strong>del</strong> alma, de<br />

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