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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

Juan. He aquí un ejemplo que toca a un punto esencial de la doctrina:<br />

Jesús está de paso en Jerusalén. No predica aún en el templo, pero cura<br />

a los enfermos y enseña en casa de los amigos. La obra <strong>del</strong> amor debe preparar<br />

el terreno en que ha de caer la buena simiente. Nicodemus, fariseo instruido,<br />

había oído hablar <strong>del</strong> nuevo profeta. Lleno de curiosidad, pero no queriendo<br />

comprometerse entre los suyos, pide una entrevista secreta al Galileo. Jesús se<br />

la concede. Nicodemus llega por la noche a su morada y le dice: “Maestro,<br />

sabemos que eres un doctor venido de la parte de Dios; pues nadie podría<br />

hacer los milagros que tú haces si Dios no estuviera contigo”. ― Jesús le<br />

responde: ― “En verdad, en verdad te digo que, si un hombre no nace de<br />

nuevo, no puede ver el reino de Dios”. Nicodemus pregunta si es posible que<br />

un hombre vuelva al seno de su madre y nazca una segunda vez. Jesús<br />

responde: “En verdad te digo que si un hombre no nace de agua y de espíritu,<br />

no puede entrar en el reino de Dios”. (Juan, III, 15).<br />

Jesús resume bajo esta forma, evidentemente simbólica, la antigua<br />

doctrina de la regeneración, ya conocida en los Misterios <strong>del</strong> Egipto. Renacer<br />

por el agua y por el espíritu, ser bautizado con agua y con fuego, marca dos<br />

grados de la iniciación, dos etapas <strong>del</strong> desarrollo interno y espiritual <strong>del</strong><br />

hombre. El agua representa aquí la verdad percibida intelectualmente, es decir,<br />

de una manera abstracta y general. Ella purifica el alma y desenvuelve su<br />

germen espiritual.<br />

El renacimiento por el espíritu o el bautismo por el fuego (celeste),<br />

significa la asimilación de esa verdad por la voluntad, de tal modo que se<br />

convierte en la sangre y la vida, el alma de todas las acciones. Resulta de ello<br />

la completa victoria <strong>del</strong> espíritu sobre la materia, el dominio absoluto <strong>del</strong> alma<br />

espiritualizada sobre el cuerpo transformado en instrumento dócil, dominio<br />

que despierta sus dormidas facultades, abre su sentido interno, le da la visión<br />

intuitiva de la verdad y la acción directa <strong>del</strong> alma sobre el alma. Este estado<br />

equivale al estado celeste, llamado reino de Dios por Jesucristo. El bautismo<br />

por el agua o iniciación intelectual, es, pues, un comienzo de renacimiento; el<br />

bautismo por el espíritu es un renacimiento total, una transformación <strong>del</strong> alma<br />

por el fuego de la inteligencia y de la voluntad, y por consiguiente en cierta<br />

medida de los elementos <strong>del</strong> cuerpo, en una palabra, una regeneración radical.<br />

De ahí los poderes excepcionales que da al hombre.<br />

He aquí el sentido terrestre de la conversación eminentemente teosófica<br />

entre Nicodemus y Jesús. Hay un segundo sentido, que se podría llamar en dos<br />

palabras la doctrina esotérica, sobre la constitución <strong>del</strong> hombre. Según esa<br />

doctrina, el hombre es triple: cuerpo, alma, espíritu. Hay una parte inmortal e<br />

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