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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

reaparecen bajo el firmamento. Mira de este lado. ¿Ves aquel enjambre de<br />

almas que tratan de remontarse a la región lunar?. Las unas son rechazadas<br />

hacia la tierra, como torbellinos de pájaros bajo los golpes de la tempestad.<br />

Las otras alcanzan a grandes aletazos la esfera superior, que las arrastra en su<br />

rotación, una vez llegadas allá, recobran la visión de las cosas divinas. Pero<br />

esta vez no se contentan con reflejarlas en el sueño de una felicidad<br />

imponente. Ellas se impregnan de aquellas cosas con la lucidez de la<br />

conciencia iluminada por el dolor, con la energía de la voluntad adquirida en la<br />

lucha. Ellas se vuelven luminosas, porque poseen lo divino en sí mismas y lo<br />

irradian en sus actos. Templa, pues, tu alma, ¡Oh Hermes!, y serena tu<br />

espíritu oscurecido, contemplando esos vuelos lejanos de almas que<br />

remontan las siete esferas y allí se esparcen como haces de chispas. Porque tú<br />

también puedes seguirlas; basta quererlo para elevarse. Mira como ellas se<br />

enjambran y describen coros divinos. Cada una se coloca bajo su genio<br />

preferido. Las más bellas viven en la región solar, las más poderosas se elevan<br />

hasta Saturno. Algunas se remontan hasta el Padre: entre las potencias,<br />

potencias ellas mismas. Porque allí donde todo acaba, todo comienza<br />

eternamente, y las siete esferas dicen juntas: “¡Sabiduría!, ¡Amor!, ¡Justicia!,<br />

¡Belleza!, ¡Esplendor!, ¡Ciencia!, ¡Inmortalidad!”.<br />

— “He ahí — decía el hierofante — lo que ha visto el antiguo Hermes y lo<br />

que sus sucesores nos han transmitido. Las palabras <strong>del</strong> sabio son como las<br />

siete notas de la lira que contienen toda la música, con los números y las leyes<br />

<strong>del</strong> universo. La visión de Hermes se asemeja al cielo estrellado cuyas<br />

profundidades insondables están sembradas de constelaciones. Para el niño,<br />

sólo es una bóveda con clavos de oro; para el sabio es el espacio sin límites,<br />

donde giran los mundos con sus ritmos y sus signos evocadores y las claves<br />

mágicas; cuanto más aprendas a contemplarla y a comprenderla, más verás<br />

extenderse sus límites, porque la misma ley orgánica gobierna todos los<br />

mundos”. Y el profeta <strong>del</strong> templo comentaba el texto sagrado. Él explicaba<br />

que la doctrina <strong>del</strong> Verbo Luz representa la divinidad en el estado estático,<br />

en su equilibrio perfecto. Él demostraba su triple naturaleza, que es a la vez<br />

inteligencia, fuerza y materia; espíritu, alma y cuerpo; luz, verbo y vida. La<br />

esencia, la manifestación y la substancia, son tres términos que se suponen<br />

recíprocamente. Su unión constituye el principio divino e intelectual por<br />

excelencia, la ley de la unidad ternaria, que de arriba abajo domina la<br />

creación.<br />

Habiendo conducido así a su discípulo al centro ideal <strong>del</strong> universo, al<br />

principio generador <strong>del</strong> Ser, el Maestro lo difundía en el tiempo y el espacio,<br />

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