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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

primera que, según San Juan, vio al divino maestro, al Cristo espiritual<br />

resucitado sobre su tumba. La leyenda ha querido ver obstinadamente en la<br />

mujer apasionada y creyente la mayor adoradora de Jesús, la iniciada <strong>del</strong><br />

corazón, y no se ha engañado. Porque su historia representa toda la generación<br />

de la mujer, según quería el Cristo.<br />

En la granja de Bethania, entre Marta, María y Magdalena, Jesús<br />

gustaba de reponerse de las labores de su misión, de prepararse a las pruebas<br />

supremas. Allí prodigaba sus más dulces consuelos, y en suaves<br />

conversaciones hablaba de los divinos misterios que no quería confiar aún a<br />

sus discípulos. A veces, en la hora en que el oro <strong>del</strong> poniente palidece entre las<br />

ramas de los olivos, cuando ya el crepúsculo oscurece sus finas hojas, Jesús<br />

quedaba pensativo. Un velo caía sobre su faz luminosa. Pensaba en las<br />

dificultades de su obra, en la vacilante fe de los apóstoles, en los pobres<br />

enemigos <strong>del</strong> mundo. El templo, Jerusalén, la humanidad con sus crímenes, y<br />

sus ingratitudes, se desplomaban sobre él como una montaña viviente.<br />

¿Sus brazos elevados al cielo serían bastante fuertes para pulverizarla, o<br />

quedaría aplastado bajo su masa enorme?. Entonces hablaba vagamente de una<br />

prueba terrible que le esperaba y de su próximo fin. Sobrecogidas por la<br />

solemnidad de su voz, las mujeres no osaban interrogarle. Por grande que<br />

fuese la inalterable serenidad de Jesús, comprendían que su alma estaba como<br />

envuelta en el sudario de una indecible tristeza que le separaba de los goces de<br />

la vida. Presentían ellas el destino <strong>del</strong> profeta, su resolución inquebrantable.<br />

¿Por qué esas sombrías nubes que se elevaban por el lado de Jerusalén?. ¿Por<br />

qué ese viento ardiente de fiebre y de muerte, que pasaba sobre su corazón<br />

como sobre las colinas agostadas de la Judea, de matices violáceos y<br />

cadavéricos?. Una noche... misteriosa estrella, una lágrima brilló en los ojos<br />

de Jesús. Las tres mujeres se estremecieron y sus lágrimas silenciosas brotaron<br />

también en la paz de Bethania. Lloraban ellas sobre él; él lloraba sobre la<br />

humanidad.<br />

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