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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

No ocurre lo mismo con el templo social. Éste supone el<br />

establecimiento <strong>del</strong> reino de Dios o de la Ley providencial en las instituciones<br />

orgánicas de la humanidad; es preciso construirlo por completo. La<br />

humanidad vive aún en estado de guerra, bajo la ley de la Fuerza y <strong>del</strong> destino.<br />

La ley <strong>del</strong> Cristo que reina en la conciencia moral, no ha pasado aún a las<br />

instituciones. Sólo incidentalmente he tocado a las cuestiones de organización<br />

social y política en este libro, dedicado exclusivamente a iluminar la cuestión<br />

filosófica y religiosa en su centro, por medio de algunas de las esenciales<br />

verdades esotéricas y por la vida de los grandes iniciados. No me ocuparé con<br />

más extensión de aquellas cuestiones en esta conclusión. Es demasiado vasta y<br />

compleja y escapa demasiado a mi competencia para que yo intente tan<br />

siquiera definirla en algunas líneas. Sólo diré lo siguiente. La guerra social<br />

existe en principio en todos los países europeos, porque no hay bases<br />

económicas, sociales y religiosas admitidas por todas las clases de la sociedad.<br />

Asimismo, las naciones europeas no han cesado de vivir entre sí en estado de<br />

guerra abierta o de paz armada, porque tampoco las liga legálmente ningún<br />

principio federativo común. Sus intereses, sus aspiraciones comunes, no<br />

pueden recurrir a ninguna autoridad reconocida, no pueden tener sanción en<br />

ningún tribunal supremo. Si la ley <strong>del</strong> Cristo ha penetrado en las conciencias<br />

individuales y hasta cierto punto en la vida social, la ley pagana y bárbara es la<br />

que rige en nuestras instituciones políticas. Actualmente el poder político está<br />

en todas partes constituido sobre bases insuficientes, porque por un lado<br />

emana <strong>del</strong> llamado poder divino de los reyes, que no es otro que el de la<br />

fuerza militar; por otra parte <strong>del</strong> sufragio universal, que sólo es el instinto de<br />

las masas o la inteligencia no seleccionada. Una nación no es un número de<br />

valores indistintos o de cifras adicionales, sino que es un ser vivo compuesto<br />

de órganos. En tanto que la representación nacional no sea la imagen de aquel<br />

organismo desde sus genios hasta sus clases instructoras, no existirá la<br />

representación nacional orgánica e inteligente. En tanto que los <strong>del</strong>egados de<br />

todos los cuerpos científicos y de todas las iglesias cristianas no se constituyan<br />

conjuntamente en un consejo superior, nuestras sociedades serán gobernadas<br />

por el instinto, la pasión y la fuerza; no existirá el templo social.<br />

¿De dónde procede, pues, que sobre la Iglesia, demasiado pequeña para<br />

contenerle por completo, de la política que le niega y de la Ciencia que no le<br />

comprende aún más que a medias, el Cristo está más vivo qué nunca?. De que<br />

su moral sublime es el corolario de una ciencia más sublime aun. La<br />

humanidad comienza sólo a presentir el alcance de su obra, la extensión de su<br />

promesa. Detrás de él vemos conjuntamente a Moisés, a toda la antigua<br />

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