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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

hayas presentido al ser perfecto que está sobre el mundo y en ti mismo,<br />

decídete a abandonar al enemigo, que toma la forma <strong>del</strong> deseo. Domad<br />

vuestras pasiones. <strong>Los</strong> goces que procuran los sentidos son como las matrices<br />

de los sufrimientos que han de venir. No hagáis solamente el bien: sed buenos.<br />

Que el motivo esté en el acto y no en sus frutos. Renunciad al fruto de vuestras<br />

obras, pero que cada una de vuestras acciones sea como una ofrenda al Ser<br />

supremo. El hombre que hace sacrificio de sus deseos y de sus obras al ser de<br />

que proceden los principios de todas las cosas y por quien el universo ha sido<br />

formado, obtiene por este sacrificio la perfección. Unido espiritualmente,<br />

alcanza esa sabiduría espiritual que está por encima <strong>del</strong> culto de las ofrendas, y<br />

siente una felicidad divina. Porque el que encuentra en si mismo su felicidad,<br />

su gozo, y al mismo tiempo también su luz, es Uno con Dios. Y, sabedlo: el<br />

alma que ha encontrado a Dios, queda libertada <strong>del</strong> renacimiento y de la<br />

muerte, de la vejez y <strong>del</strong> dolor, y bebe el agua de la inmortalidad. (Bhagavad<br />

Gita, passim).<br />

De este modo, Krishna explicaba su doctrina a sus discípulos y por la<br />

contemplación interna les elevaba, poco a poco, a las sublimes verdades que<br />

se le habían revelado bajo el relámpago de la visión. Cuando hablaba de<br />

Mahadeva, su voz se volvía más grave, sus facciones se iluminaban. Un día,<br />

Arjuna, lleno de curiosidad y de audacia, le dijo: — Haznos ver a Mahadeva<br />

en su forma divina. ¿No pueden nuestros ojos contemplarle?.<br />

Entonces Krishna, levantándose, comenzó a hablar <strong>del</strong> ser que respira<br />

en todos los seres, el de las cien mil formas, el de innumerables ojos, el de<br />

caras vueltas hacia todos lados, y que, sin embargo, las sobrepasa con toda la<br />

altura <strong>del</strong> infinito; el que, en su cuerpo inmóvil y sin límites, encierra al<br />

universo moviente con todas sus divisiones. “Si en los cielos brillara al<br />

mismo tiempo el resplandor de mil soles, dijo Krishna, esto se parecería<br />

apenas al resplandor <strong>del</strong> único Todopoderoso”. Mientras hablaba así de<br />

Mahadeva, un rayo tal brotó de los ojos de Krishna, que los discípulos no<br />

pudieron sostener su brillo y se prosternaron a sus pies. <strong>Los</strong> cabellos de Arjuna<br />

se erizaron sobre su cabeza y encorvándose dijo, juntando las manos: “Maestro,<br />

tus palabras nos espantan y no podemos sostener la vista <strong>del</strong> gran Ser que tú<br />

evocas ante nuestros ojos. Ella nos abruma”. (Véase esta transfiguración de<br />

Krishna en el Libro XI <strong>del</strong> Bhagavad Gita. Se la puede comparar con la<br />

transfiguración de Jesús, XVI, San Mateo. Véase el libro VIII de esta<br />

obra).<br />

Krishna continuó: “Escuchad lo que él nos dice por mi boca: Yo y<br />

vosotros hemos tenido varios renacimientos. <strong>Los</strong> míos sólo de mí son<br />

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