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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

educando a veces niños extraños a la orden. En cuanto a los esenios casados,<br />

constituían una especie de orden tercera, afiliada y sometida a la otra.<br />

Silenciosos, dulces y graves, se les veía aquí y allá cultivando las artes de la<br />

paz. Tejedores, carpinteros, viñadores o jardineros; jamás armeros ni<br />

comerciantes. Esparcidos en pequeños grupos en toda la Palestina, en Egipto y<br />

hasta en el monte Horeb, se daban entre sí la hospitalidad más cordial. Vemos<br />

así viajar a Jesús y a sus discípulos de pueblo en pueblo, de provincia en<br />

provincia, siempre seguros de encontrar un albergue: “<strong>Los</strong> esenios, dice<br />

Josefo, eran de ejemplar moralidad; se esforzaban en reprimir toda pasión y<br />

todo movimiento de cólera; siempre benévolos en sus relaciones, apacibles, de<br />

la mejor fe. Su palabra tenía más fuerza que un juramento; por eso<br />

consideraban al juramento en la vida ordinaria como cosa superflua y como un<br />

perjurio. Soportaban con admirable fuerza de alma y la sonrisa en los labios<br />

las más crueles torturas antes que violar el menor precepto religioso”.<br />

Indiferente a la pompa externa <strong>del</strong> culto de Jerusalén, repelido por la dureza<br />

saducea, el orgullo fariseo, el pedantismo y la sequedad de la sinagoga, Jesús<br />

se sintió atraído hacia los esenios por una afinidad natural. (Puntos comunes<br />

entre la doctrina de los esenios y la de Jesús: El amor al prójimo ante todo,<br />

como el primer deber; la prohibición de jurar para atestiguar la verdad; el<br />

odio a la mentira; la humildad; la institución de la Cena tomada de los<br />

ágapes fraternales de los esenios, pero con un nuevo sentido, el <strong>del</strong><br />

sacrificio). La muerte prematura de José hizo por completo libre al hijo de<br />

María, hombre ya. Sus hermanos pudieron continuar el oficio <strong>del</strong> padre y<br />

sostener la casa. Su madre le dejó partir en secreto para Engaddi. Acogido<br />

como un hermano, saludado como un elegido, debió adquirir sobre sus<br />

mismos maestros, rápidamente, un invencible ascendiente por sus facultades<br />

superiores, su ardiente caridad y ese algo de divino que difundía todo su ser.<br />

Recibió de ellos lo que los esenios solos podían darle: la tradición esotérica de<br />

los profetas, y por ella su propia orientación histórica y religiosa. Comprendió<br />

el abismo que separaba la doc- trina judía oficial de la antigua sabiduría de los<br />

iniciados, verdadera madre de las religiones, pero siempre perseguida por<br />

Satán, es decir, por el espíritu <strong>del</strong> Mal, espíritu de egoísmo, de odio y de<br />

negación, unido al poder político absoluto y a la importancia sacerdotal.<br />

Aprendió que el Génesis encerraba, bajo el sello <strong>del</strong> simbolismo, una<br />

cosmogonía y una teogonia tan alejadas de su sentido literal, como la ciencia<br />

más profunda de la fábula más infantil. Contempló los días de Aelohim, o la<br />

creación eterna por la emanación de los elementos y la formación dé los<br />

mundos; el origen de las almas flotantes y su vuelta a Dios por las existencias<br />

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