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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

Visto desde fuera y desde el punto de vista terrestre, el drama mesiánico<br />

termina en la cruz. Sublime en sí, le falta sin embargo el cumplimiento de la<br />

promesa. Visto desde dentro, desde el fondo de la conciencia de Jesús y desde<br />

el punto de vista celeste, tiene tres actos que culminan en la Tentación, la<br />

Transfiguración y la Resurrección. Esas tres frases representan en otros<br />

términos: la Iniciación <strong>del</strong> Cristo, la Revelación total y la Coronación de la<br />

obra, y corresponden bastante bien con lo que los apóstoles y los cristianos<br />

iniciados de los primeros siglos llamaron los misterios <strong>del</strong> Hijo, <strong>del</strong> Padre y<br />

<strong>del</strong> Espíritu Santo.<br />

Coronación necesaria, decía, de la vida <strong>del</strong> Cristo, y prefacio<br />

indispensable de la evolución histórica <strong>del</strong> cristianismo. El navio construido<br />

en la playa tenía necesidad de ser lanzado al océano. La resurrección fue<br />

además una puerta de luz abierta sobre toda la reserva esotérica de Jesús. No<br />

nos admiremos de que los primeros cristianos hayan quedado deslumhrados y<br />

cegados por su fulgurante irrupción, de que hayan comprendido con<br />

frecuencia la enseñanza <strong>del</strong> Maestro a la letra, y hayan equivocado el sentido<br />

de sus palabras. Pero hoy que el espíritu humano ha recorrido el ciclo de las<br />

edades, de las religiones y de las ciencias, adivinamos lo que un San Pedro, un<br />

San Pablo, lo que el mismo Jesús entendían por los misterios <strong>del</strong> Padre y <strong>del</strong><br />

Espíritu. Vemos que contenían lo que la ciencia psíquica y la intuición<br />

teosófica <strong>del</strong> Oriente habían conocido de más elevado y verdadero. Vemos<br />

también el poder de nueva expansión que el Cristo dio a la antigua, a la eterna<br />

verdad, por la grandeza de su amor, por la energía de su voluntad. Percibimos<br />

en fin el lado a la vez metafísico y práctico <strong>del</strong> cristianismo, que constituye su<br />

poder y su vitalidad.<br />

<strong>Los</strong> viejos teósofos de Asia han conocido las verdades trascendentes.<br />

<strong>Los</strong> brahamanes hasta encontraron la clave de la vida anterior y futura,<br />

formulando la ley orgánica de la reencarnación y dé la alternativa de las vidas.<br />

Pero a fuerza de sumergirse en el más allá y en la contemplación de la<br />

Eternidad, olvidaron la realización terrestre: la vida individual y social. La<br />

Grecia, primitivamente iniciada en las mismas verdades bajo formas más<br />

veladas y más antropomórficas, se fijó, por su genio propio, en la vida natural<br />

y terrestre. Esto le permitió revelar por el ejemplo las leyes inmortales de lo<br />

Bello y formular los principios de las ciencias de observación. Pero, en ese<br />

punto de vista, su concepción <strong>del</strong> más allá se estrechó y oscureció<br />

gradualmente. Jesús, por su amplitud y su universalidad, abarca los dos<br />

extremos de la vida. En la oración dominical, que resume su enseñanza, dice:<br />

“Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo”. Y el reino divino<br />

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