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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

ignoraba este desenvolvimiento <strong>del</strong> universo visible, y si bien precisaba menos<br />

que la ciencia moderna, había formulado intuitivamente las leyes generales.<br />

Pero esto no era para los sabios de la India y de Egipto más que el<br />

aspecto exterior <strong>del</strong> mundo, su movimiento reflejo, y buscaban la<br />

explicación en su aspecto interno, en su movimiento directo y originario.<br />

Ellos la encontraban en otro orden de leyes que se revela a nuestra<br />

inteligencia. Para la ciencia antigua el universo sin límites no era una materia<br />

muerta regida por leyes mecánicas, sino un todo viviente dotado de una<br />

inteligencia, de un alma y de una voluntad. Este gran animal sagrado tenía<br />

innumerables órganos correspondientes a sus facultades infinitas. Al modo<br />

como en el cuerpo humano los movimientos resultaban <strong>del</strong> alma que piensa, de<br />

la voluntad que obra, así, a los ojos de la ciencia antigua el orden visible <strong>del</strong><br />

universo sólo era la repercusión de un orden invisible, es decir, de las<br />

fuerzas cosmogónicas y de las mónadas espirituales, reinos, géneros y espacios<br />

que, por su perpetua involución en la materia, producen la evolución de la<br />

vida. Mientras la ciencia moderna sólo considera lo exterior, la corteza <strong>del</strong><br />

universo, la ciencia de los templos antiguos tenía por objeto revelar lo<br />

interior, descubrir sus mecanismos ocultos. Ella no extraía la inteligencia de la<br />

materia, sino la materia de la inteligencia. Ella no hacía nacer el universo de<br />

la danza ciega de los átomos, sino que generaba los átomos por las<br />

vibraciones <strong>del</strong> alma universal. En una palabra, procedía por círculos<br />

concéntricos de lo universal a lo particular, de lo Invisible a lo visible, <strong>del</strong><br />

Espíritu puro a la Substancia organizada, de Dios al hombre. Este orden<br />

descendente de las Fuerzas y de las Almas inversamente proporcional al orden<br />

ascendente de la vida y de los Cuerpos, era la ontología o ciencia de los<br />

principios inteligibles y constituía el fundamento de la cosmogonía.<br />

Todas las grandes iniciaciones de la India, Egipto, Judea y Grecia, las<br />

de Krishna, de Hermes, de Moisés y de Orfeo, han conocido bajo formas<br />

diversas este orden de los principios, de los poderes, de las almas, de las<br />

generaciones que descienden de la causa primera, <strong>del</strong> Padre inefable.<br />

El orden descendente de las encarnaciones es simultáneo <strong>del</strong> orden<br />

ascendente de las vidas y sólo esto puede explicarlo. La involución produce la<br />

evolución y la hace ver.<br />

En Grecia, los templos masculinos y dóricos, los de Júpiter y de Apolo,<br />

sobre todo el de Delphos fueron los únicos que poseyeron a fondo el orden<br />

descendente. <strong>Los</strong> templos jónicos o femeninos sólo los conocieron de un modo<br />

imperfecto. Al hacerse jónica toda la civilización griega, la ciencia y el orden<br />

dóricos se velaron de más en más. Pero no es por esto menos incontestable<br />

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