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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

cuanto Krishna le vio, reconoció que era “¡el sublime anciano!”. Sintió una<br />

conmoción de alegría, y el respeto inclinó hacia él su alma entera. Olvidando al<br />

rey, su carro y su reino, se arrodilló ante el santo y le adoró.<br />

Vasichta parecía verle. Su cuerpo, apoyado en la cabaña, se enderezó por<br />

una ligera oscilación, extendió los dos brazos para bendecir a su huésped y sus<br />

labios murmuraron la sílaba sagrada: ¡AUM!. (En la iniciación brahmánica<br />

significa: el Dios supremo, el Dios Espíritu. Cada una de estas letras<br />

corresponde a una de las facultades divinas, popularmente hablando a una<br />

de las personas de la Trinidad). El rey Kansa, al no oír nada, ni ver volver a<br />

su conductor, se deslizó con furtivo paso por el sendero y quedó petrificado de<br />

asombro viendo a Krishna arrodillado ante el santo anacoreta. Éste dirigió a<br />

Kansa sus ojos de ciego y, levantando su bastón, dijo:<br />

— Rey de Madura, vienes a matarme; está bien.<br />

Porque vas a libertarme de la miseria de este cuerpo. ¿Quieres saber<br />

dónde está el hijo de tu hermana Devaki, que ha de destronarte?. Helo aquí,<br />

indinado ante mí y ante Mahadeva, y es Krishna, tu propio conductor.<br />

Considera cuán insensato eres y cuán maldito, puesto que tu enemigo más<br />

terrible es ese mismo. Me lo has traído para que yo le diga que es el<br />

predestinado. ¡Tiembla!. Estás perdido, pues tu alma infernal va a ser la presa<br />

de los demonios.<br />

Kansa escuchaba estupefacto. No osaba mirar al anciano cara a cara;<br />

pálido de ira y viendo a Krishna de rodillas, cogió su arco, y tendiéndolo con<br />

toda su fuerza, lanzó una flecha contra el hijo de Devaki. Pero el brazo había<br />

temblado, y la flecha se desvió, yéndose a clavar en el pecho de Vasichta, que,<br />

con los brazos en cruz, parecía esperarla como en éxtasis.<br />

Un grito se oyó, un grito terrible, no <strong>del</strong> pecho <strong>del</strong> anciano, sino <strong>del</strong> de<br />

Krishna. E1 había sentido vibrar la flecha en su oído, la había visto en la<br />

carne <strong>del</strong> santo... y le parecía que se había clavado en su propio corazón; de tal<br />

modo su alma en ese instante se había identificado con la <strong>del</strong> rishi. Con esta<br />

flecha aguda, todo el dolor <strong>del</strong> mundo traspasó el alma de Krishna, la desgarró<br />

hasta sus profundidades.<br />

Entre tanto, Vasichta con la flecha en su pecho, sin cambiar de postura,<br />

agitaba aún los labios y murmuró:<br />

— Hijo de Mahadeva, ¿Por qué lanzar ese grito?.<br />

Matar es vano. La flecha no puede herir al alma, y la víctima es el<br />

vencedor <strong>del</strong> asesino. Triunfa, Krishna; el destino se cumple; yo vuelvo a<br />

Aquel que no cambia jamás. Que Brahma reciba mi alma. Pero tú, su elegido,<br />

salvador <strong>del</strong> mundo, ¡en pie!, ¡Krishna!, ¡Krishna!.<br />

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