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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

estos divinos espíritus Dios respira, obra, aparece; ¿Qué digo?: ellos son el<br />

soplo de su alma viviente, los rayos de su conciencia eterna. Ellos gobiernan a<br />

los ejércitos de los espíritus inferiores, que vigorizan a los elementos; ellos<br />

dirigen los mundos. De lejos, de cerca, ellos nos rodean, y aunque de esencia<br />

inmortal, revisten formas siempre cambiantes, según los pueblos, los tiempos<br />

y las regiones. El impío que los niega, los teme; el hombre piadoso, los adora<br />

sin conocerlos; el iniciado los conoce, los atrae y los ve. Si he luchado para<br />

encontrados, si he desafiado a la muerte, si, como se dice, he descendido a los<br />

infiernos, fue para dominar a los demonios <strong>del</strong> abismo, para atraer a los dioses<br />

de las alturas sobre mi Grecia amada, para que el cielo profundo se una con la<br />

tierra, y la tierra encantada escuche las voces divinas. La belleza celeste se<br />

encarnará en la carne de las mujeres, el fuego de Zeus circulará a través de la<br />

sangre de los héroes; y mucho antes de remontarse a los astros, los hijos de los<br />

Dioses resplandecerán como Inmortales”.<br />

“¿Sabes lo que es la Lira de Orfeo?. Es el sonido de los templos<br />

inspirados. Ellos tienen por cuerdas a Dios. A su música, Grecia se armonizará<br />

como una lira, y el mármol mismo cantará en brillantes cadencias, en celestes<br />

armonías”.<br />

“Y ahora evocaré a mís Dioses, para que te aparezcan vivos y te<br />

muestren, en una visión profética, el místico himeneo que preparo al mundo y<br />

que verán los iniciados”.<br />

“Acuéstate al abrigo de aquella roca. Nada temas. Un sueño mágico va<br />

a cerrar tus párpados, temblarás al pronto y verás cosas terribles; pero en<br />

seguida, una luz <strong>del</strong>iciosa, una felicidad desconocida, inundará tus sentidos y<br />

tu ser”.<br />

El discípulo se acostó en el nicho excavado en la roca en forma de<br />

lecho. Orfeo lanzó algunos perfumes sobre el fuego <strong>del</strong> altar. Luego cogió su<br />

cetro de ébano, provisto en el extremo de un cristal flameante, se colocó cerca<br />

de la esfinge y, llamando con voz profunda, comenzó la evocación:<br />

“¡Cibeles !, ¡Cibeles!, Gran madre, óyeme. Luz original, llama ágil,<br />

etérea y siempre movible a través de los espacios, que contienes los ecos y las<br />

imágenes de todas las cosas. Yo llamo a tus corrientes fulgurantes de luz. ¡Oh<br />

alma universal, incubadora de los abismos, sembradora de soles, que dejas<br />

arrastrar en el Éter tu manto estrellado; luz sutil, oculta, invisible a los ojos de<br />

carne; gran madre de los Mundos y de los Dioses, tú que encierras los tipos<br />

eternos!. ¡Antigua Cibeles!. ¡A mí!. ¡A mí!... Por mi cetro mágico, por mi<br />

pacto con las Potencias, por el alma de Eurídice... Yo te evoco, Esposa<br />

multiforme, dócil y vibrante, bajo el fuego <strong>del</strong> Varón eterno. De lo más alto de<br />

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