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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

en los cálidos resplandores <strong>del</strong> poniente. El maestro parecía leer todos los<br />

pensamientos <strong>del</strong> discípulo, penetrar todo el drama de su vida interior.<br />

— Hijo mío — decía —, la hora se aproxima en que se te revelará la<br />

verdad. Porque tú la has presentido ya, descendiendo al fondo de ti mismo y<br />

encontrando allí la vida divina. Vas a entrar en la grande, en la inefable<br />

comunión de los iniciados. Porque eres digno de ello por la pureza de tu<br />

corazón, por tu amor a la verdad y tu fuerza de renunciamiento. Pero nadie<br />

franquea el umbral de Osiris sin pasar por la muerte y por la resurrección.<br />

Vamos a acompañarte a la cripta. No temas, pues eres ya uno de nuestros<br />

hermanos.<br />

Al llegar el crepúsculo, los sacerdotes de Osiris, llevando antorchas,<br />

acompañaban al nuevo adepto a una cripta baja sostenida por cuatro columnas<br />

apoyadas sobre esfinges. En un extremo se encontraba un sarcófago abierto,<br />

tallado en mármol. (<strong>Los</strong> arqueólogos han visto durante largo tiempo en el<br />

sarcófago de la gran pirámide de Giseh, la tumba <strong>del</strong> rey Sesostris,<br />

basados en Herodoto, que no era iniciado, y a quien los sacerdotes egipcios<br />

no han confiado casi más que narraciones sin valor y cuentos populares.<br />

Pero los reyes de Egipto tenían sus sepulturas en otras partes. La<br />

estructura interior tan rara de la pirámide prueba que debía servir para<br />

las ceremonias de la iniciación y prácticas secretas de los sacerdotes de<br />

Osiris. Se encuentran allí el Pozo de la verdad, que hemos descrito; la<br />

escalera ascendente; la sala de los arcanos... La cámara llamada <strong>del</strong> Rey,<br />

que encierra el sarcófago, era aquella donde se conducía al adepto la<br />

víspera de su grande iniciación. Estas mismas disposiciones estaban<br />

reproducidas en los grandes templos <strong>del</strong> Egipto alto y medio).<br />

— Ningún hombre — decía el hierofante — escapa a la muerte, y toda<br />

alma viviente está destinada a la resurrección. El adepto pasa en vida por la<br />

tumba para entrar desde ahora en la luz de Osiris.<br />

Acuéstate pues en esa tumba, y espera la luz. Esta noche franquearás la<br />

puerta <strong>del</strong> Espanto y alcanzarás el umbral de la Maestría.<br />

El adepto se acostaba en el sarcófago abierto; el hierofante extendía la<br />

mano sobre él para bendecirle, y el cortejo de los iniciados se alejaba en<br />

silencio de la cripta. Una pequeña lámpara depositada en tierra ilumina aún,<br />

con su resplandor dudoso, las cuatro esfinges que soportan las columnas<br />

pequeñas de la cripta. Se oye un coro de voces profundas, bajo y velado. ¿De<br />

dónde viene?. ¡El canto de los funerales!... Ya expira; la lámpara arroja un<br />

último resplandor y se apaga por completo. El adepto queda solo en las<br />

tinieblas: el frío <strong>del</strong> sepulcro pasa sobre él, hiela todos sus miembros. Pasa<br />

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