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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

el sarcófago de la resurrección. Desde allí, por un pasadizo oblicuo, se veía la<br />

estrella polar. De este modo aquel espíritu impenetrable veía desde su centro<br />

la finalidad de las cosas.<br />

Sí, todos los poderosos han conocido la soledad que crea la grandeza;<br />

pero Moisés se encontró más sólo que los otros, porque su principio fue más<br />

absoluto, más trascendente. Su Dios fue el principio viril por excelencia, el<br />

Espíritu puro. Para inculcarlo a los hombres tuvo que declarar la guerra al<br />

principio femenino, a la diosa Natura, a Hevé, a la Mujer eterna que vive<br />

en el alma de la Tierra y en el corazón <strong>del</strong> Hombre. Tuvo que combatirla sin<br />

tregua y sin merced, no para destruirla, sino para someterla y dominarla.<br />

¿Qué hay de asombro en que la Naturaleza y la Mujer, entre quienes reina<br />

un pacto misterioso, temblasen ante él?. ¿Por qué admirarse de que se<br />

regocijasen de su partida y esperasen para levantar la cabeza a que la sombra<br />

de Moisés hubiera cesado de lanzar sobre ellas el presentimiento de la<br />

muerte?. Tales fueron sin duda los pensamientos <strong>del</strong> Vidente, mientras subía<br />

al estéril monte Nebo. <strong>Los</strong> hombres no podían amarle, porque él sólo había<br />

amado a Dios. ¿Viviría al menos su obra?. ¿Sería su pueblo siempre fiel a su<br />

misión?. ¡Oh, fatal clarividencia de los moribundos, don trágico de los<br />

profetas, que levanta todos los velos en la última hora!. A medida que el<br />

espíritu de Moisés se desligaba de la tierra, veía la terrible realidad <strong>del</strong><br />

porvenir; él vio las traiciones de Israel; la anarquía levantando la cabeza;<br />

los Reyes sucediendo a los Jueces; los crímenes de los Reyes manchando el<br />

templo <strong>del</strong> Señor, su libro mutilado, incomprendido, su pensamiento<br />

escondido, disfrazado, rebajado por sacerdotes ignorantes o hipócritas; las<br />

apostasías de los Reyes; el adulterio de Judá con las naciones idólatras; la<br />

pura tradición, la doctrina sagrada ahogadas y los profetas, poseedores <strong>del</strong><br />

verbo viviente, perseguidos hasta el fondo <strong>del</strong> desierto.<br />

Sentado en una caverna <strong>del</strong> monte Nebo; Moisés vio todo esto en sí<br />

mismo. Pero ya la muerte extendía sus alas sobre su frente y posaba su<br />

mano fría sobre su corazón. Entonces aquel corazón de león trató de surgir<br />

una vez más. Irritado contra su pueblo, Moisés evocó la venganza de<br />

Aelohim sobre la raza de Judá, y elevó su pesado brazo. Josué y los<br />

levitas que le asistían oyeron con espanto estas palabras salir de la boca <strong>del</strong><br />

moribundo profeta: “Israel ha traicionado a su Dios, ¡sea él dispersado a los<br />

cuatro vientos <strong>del</strong> cielo!”.<br />

Entre tanto, Josué y los levitas miraban con terror a su maestro que<br />

no daba ya signo de vida. Su última palabra había sido una maldición.<br />

¿Había lanzado con ella el último suspiro?. Pero Moisés abrió los ojos por<br />

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