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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

su parte interna; Cibeles-Maia, el alma <strong>del</strong> mundo, la ha recogido en su seno<br />

con uan aspiración profunda. Allí Psiquis terminará su ensueño, ese ensueño<br />

roto a todas horas y sin cesar recomenzado en la tierra. Ella lo terminará en la<br />

medida de su esfuerzo terrestre y de la luz adquirida; pero lo ensanchará cien<br />

veces más. Las esperanzas pulverizadas reflorecerán en la aurora de su vida<br />

divina; las sombrías puestas de sol de la tierra, se iluminarán en días brillantes.<br />

Sí; el hombre, aunque no haya vivido más que una hora de entusiasmo o de<br />

abnegación, esa sola nota pura arrancada a la gama disonante de su vida<br />

terrestre, se repetirá en su más allá en progresiones maravillosas, en eólicas<br />

armonías. Las felicidades fugitivas que nos procuran los encantos de la<br />

música, los éxtasis <strong>del</strong> amor o los transportes de la caridad, no son más que las<br />

notas desgranadas de una sinfonía que oiremos entonces. ¿Es decir que esa<br />

vida sólo será un largo sueño, una alucinación grandiosa?. ¿Pero qué hay de<br />

más verdadero que lo que el alma siente en sí, que lo que ella realiza por su<br />

comunión divina con otras almas?. <strong>Los</strong> iniciados, que son los idealistas<br />

consecuentes y trascendentes, siempre han pensado que las únicas cosas reales<br />

y duraderas de la tierra son las manifestaciones de la Belleza, <strong>del</strong> Amor y de la<br />

Verdad espirituales. Como el más allá no puede tener otro objeto que esa<br />

Verdad, esa Belleza y ese Amor, para quienes de ello han hecho el objeto de<br />

su vida, están persuadidos de que el cielo será más verdadero que la tierra.<br />

La vida celeste <strong>del</strong> alma puede durar cientos o miles de años, según su<br />

rango y su fuerza de impulsión. Pero sólo pueden prolongarla indefinidamente<br />

los más perfectos, los más sublimes, los que han franqueado el círculo de las<br />

generaciones. Esas almas no han alcanzado únicamente el reposo temporal,<br />

sino la acción inmortal en la verdad; ellas han creado sus alas. Son inviolables,<br />

porque son la luz, gobiernan a los mundos, porque a través de ellos ven. En<br />

cuanto a las otras, son conducidas por una ley inflexible a reencarnarse para<br />

sufrir una nueva prueba y elevarse a un escalón superior o caer más bajo si<br />

desfallecen.<br />

Como la vida terrestre, la vida espiritual tiene su principio, su apogeo y<br />

su decadencia. Cuando esta vida se agota, el alma se siente sobrecogida de<br />

pesadumbre, de vértigo y de melancolía. Una fuerza invencible la atrae de<br />

nuevo hacia las luchas y los sufrimientos de la tierra. Este deseo se mezcla con<br />

aprensiones terribles, y un inmenso dolor de dejar la vida divina. Pero el<br />

tiempo ha llegado; la ley debe cumplirse. La pesadumbre aumenta y en el<br />

alma se produce la oscuridad. Ya no ve a sus compañeras luminosas más que a<br />

través de un velo, y ese velo, cada vez más espeso, le hace presentir la<br />

separación inminente. Ella oye sus tristes adioses; las lágrimas de los<br />

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