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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

también que el amor que se tiene por la patria procede <strong>del</strong> amor que se ha<br />

sentido en la infancia por la madre. <strong>Los</strong> padres nos son dados, no por<br />

casualidad, como el vulgo cree, sino por un orden antecedente y superior<br />

llamado fortuna o necesidad. Es preciso honrarles, pero en cuanto a los<br />

amigos, es necesario escoger. Se aconsejaba a los novicios que se agrupasen<br />

dos a dos, según sus afinidades. El más joven debía buscar en el de mayor<br />

edad las virtudes que buscaba y los dos compañeros debían excitarse a la vida<br />

mejor. “El amigo es un otro yo. Es preciso honrarle como a un Dios”, decía el<br />

maestro. Si la regla pitagórica imponía al novicio oyente una absoluta<br />

sumisión a los maestros, le devolvía su plena libertad en el encanto de la<br />

amistad; de ésta hacía el estimulante de todas las virtudes, la poesía de la vida,<br />

el camino <strong>del</strong> ideal.<br />

Las energías individuales eran así despertadas, la moral se volvía viva y<br />

poética, la regla aceptada con amor cesaba de ser una violencia y se volvía la<br />

afirmación de una personalidad. Pitágoras quería que la obediencia fuese un<br />

asentimiento. Además, la enseñanza moral preparaba la enseñanza filosófica.<br />

Porque las relaciones que se establecían entre los deberes sociales y las<br />

armonías <strong>del</strong> Cosmos hacían presentir la ley de las analogías y de las<br />

concordancias universales. En esta ley reside el principio de los Misterios, de<br />

la doctrina oculta y de toda filosofía. El espíritu <strong>del</strong> discípulo se habituaba a<br />

encontrar la huella de un orden invisible en la realidad visible. Máximas<br />

generales, prescripciones sucintas abrían perspectivas sobre aquel mundo<br />

superior. Mañana y tarde los versos dorados sonaban al oído <strong>del</strong> discípulo con<br />

los acentos de la lira:<br />

Da a los inmortales Dioses el culto consagrado,<br />

Guarda firme tu fe.<br />

Comentando esta máxima se enseñaba que los Dioses, diversos en<br />

apariencia, eran en el fondo los mismos en todos los pueblos, puesto que<br />

correspondían a las mismas fuerzas intelectuales y anímicas, activas en todo el<br />

universo. El sabio podía, pues, honrar a los Dioses de su patria, aunque<br />

formándose de su esencia una idea diferente <strong>del</strong> vulgo. Tolerancia para todos<br />

los cultos; unidad de los pueblos en la humanidad; unidad de las religiones en<br />

la ciencia esotérica: esas ideas nuevas se dibujaban vagamente en el espíritu<br />

<strong>del</strong> novicio, como divinidades grandiosas entrevistas en el esplendor <strong>del</strong><br />

poniente. Y la lira de oro continuaba sus graves enseñanzas:<br />

Venera la memoria<br />

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