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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

ciencia profunda de los Dioses”.<br />

Entonces, el Iniciado, dejando el peristilo <strong>del</strong> templo, fue a echar styrax<br />

al fuego <strong>del</strong> altar e invocó tres veces a Zeus tonante. <strong>Los</strong> sacerdotes giraron en<br />

un círculo a su alrededor cantando un himno. El pontífice-rey había quedado<br />

pensativo bajo el pórtico, el brazo apoyado sobre una estela. El discípulo<br />

volvió a él.<br />

— Melodioso Orfeo — dijo —, hijo amado de los Inmortales y dulce<br />

médico de las almas: desde el día que te oí cantar los himnos de los Dioses en<br />

la fiesta <strong>del</strong> Apolo délfico, has encantado mi corazón y te he seguido siempre.<br />

Tus cantos son como un licor embriagador, tus enseñanzas como un amargo<br />

brebaje que alivia el cuerpo fatigado y reparte en sus miembros una fuerza<br />

nueva.<br />

— Áspero es el camino que conduce desde aquí a los Dioses — dijo<br />

Orfeo, que parecía responder a voces internas, más bien que a su discípulo —<br />

Una florida senda, una pendiente escarpada y después rocas frecuentadas por<br />

el rayo con el espacio inmenso alrededor: he aquí el destino <strong>del</strong> Vidente y el<br />

Profeta sobre la tierra. Hijo mío, quédate en los senderos floridos de la vasta<br />

llanura y no busques más allá.<br />

— Mi sed aumenta a medida que tú quieres calmarla — dijo el joven<br />

Iniciado —. Me has instruido en lo que respecta a la esencia de los Dioses.<br />

Pero dime, gran maestro de los misterios, inspirado <strong>del</strong> divino Eros, ¿Podré<br />

verlos alguna vez?.<br />

— Con los ojos <strong>del</strong> espíritu — dijo el pontífice de Júpiter —, pero no<br />

con los <strong>del</strong> cuerpo. Tú, aún no sabes ver más con estos últimos. Preciso es un<br />

gran trabajo y grandes dolores para abrir los ojos internos.<br />

— Tú sabes abrirlos, Orfeo. Contigo ¿Qué puedo temer?.<br />

— ¿Lo quieres?. ¡Escucha pues!. En Tesalia, en el valle encantado de<br />

Tempé se eleva un templo místico, cerrado a los profanos. Allí es donde<br />

Dionisos se manifiesta a los novicios y a los videntes. Para dentro de un año te<br />

invito a su fiesta, y sumergiéndote en un sueño mágico, abriré tus ojos sobre el<br />

mundo divino. Sea hasta entonces casta tu vida y blanca tu alma. Pues, sábelo,<br />

la luz de los Dioses espanta a los débiles y mata a los profanadores.<br />

“Mas ven a mi morada. Te daré el libro necesario a tu preparación”.<br />

El Maestro entró con el discípulo délfico en el interior <strong>del</strong> templo y le condujo<br />

a la gran sala que le estaba reservada. Allí ardía una lámpara egipcia siempre<br />

encendida, que sostenía un genio alado de metal forjado. Allí estaban,<br />

encerrados, en cofres de cedro perfumado, numerosos rollos de papiros<br />

cubiertos de jeroglíficos egipcios y caracteres fenicios, así como también los<br />

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