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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

De los héroes bienhechores, espirituales semidivinos.<br />

Tras estos versos, el novicio veía relucir, como a través de un velo, la<br />

divina Psiquis, el alma humana. La ruta celeste brillaba como un reguero de<br />

luz. Porque en el culto de los héroes y de los semidioses, el iniciado<br />

contemplaba la doctrina de la vida futura y el misterio de la evolución<br />

universal. No se revelaba al novicio este gran secreto, pero se le preparaba a<br />

comprenderlo, hablándole de una jerarquía de seres superiores a la humanidad,<br />

llamados héroes y semidioses, que son sus guías y sus protectores. Se<br />

agregaba que ellos servían de intermediarios entre el hombre y la divinidad,<br />

que por ellos podía llegar a aproximársele practicando las virtudes heroicas y<br />

divinas. “¿Pero de qué modo comunicar con esos invisibles genios?. ¿De<br />

dónde viene el alma?. ¿A dónde va?. ¿Por qué ese sombrío misterio de la<br />

muerte?”. El novicio no osaba formular estas cuestiones, pero se adivinaban<br />

en sus miradas, y por toda respuesta sus maestros le mostraban luchadores en<br />

la tierra, estatuas en los templos y almas glorificadas en el cielo, “en la<br />

ciuda<strong>del</strong>a ígnea de los dioses”, adonde Hércules había llegado.<br />

En el fondo de los misterios antiguos se relacionaban los dioses todos<br />

con el Dios único y supremo. Esta revelación, enseñada con todas sus<br />

consecuencias, venía a ser la clave <strong>del</strong> Cosmos. Por esto la reservaban por<br />

completo a la iniciación propiamente dicha. El novicio no sabía nada.<br />

Únicamente le dejaban entrever esta verdad a través de lo que le decían de las<br />

potencias de la música y <strong>del</strong> número. Porque los números, enseñaba el<br />

maestro, contienen el secreto de las cosas, y Dios es la armonía universal. Las<br />

siete modalidades sagradas, constituidas sobre las siete notas <strong>del</strong> heptacordio,<br />

corresponden a los siete colores de la luz, a los siete planetas y a los siete<br />

modos de existencia que se reproducen en todas las esferas de la vida material<br />

y espiritual, desde la más pequeña a la más grande. Las melodías de estas<br />

modalidades, sabiamente fundidas, debían equilibrar el alma y volverla<br />

suficientemente armoniosa para vibrar de un modo preciso al soplo de la<br />

verdad.<br />

A esta purificación <strong>del</strong> alma correspondía necesariamente la <strong>del</strong> cuerpo,<br />

que se obtenía por la higiene y la disciplina severa de las costumbres. Vencer<br />

sus pasiones era el primer deber de la iniciación. El que en su propio ser no ha<br />

formado armonía, no puede reflejar la armonía divina. Sin embargo, el ideal<br />

de la vida pitagórica nada tenía de la vida ascética, puesto que el matrimonio<br />

era considerado como santo. Pero se recomendaba la castidad a los novicios y<br />

la moderación a los iniciados, como una fuerza y una perfección. “No cedas a<br />

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