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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

III<br />

EL TEMPLO DE DELFOS - LA CIENCIA APOLINEA<br />

TEORÍA DE LA ADIVINACIÓN - LA PITONISA<br />

TEOCLEA<br />

De la llanura de Fócida se subía a las alegres praderas que bordean las<br />

orillas de Plistios y el viajero después se introducía entre altas montañas en un<br />

valle tortuoso, que a cada paso se volvía más estrecho; el país, más grandioso<br />

y más desolado. Se alcanzaba al fin un circo de montañas abruptas coronadas<br />

por picachos salvajes, verdadero embudo de electricidad, cubierto por<br />

frecuentes tempestades. Bruscamente, en el fondo de la garganta sombría,<br />

aparecía la ciudad de Delfos como un nido de águilas, sobre su roca rodeada<br />

de precipicios y dominada por las dos cimas <strong>del</strong> Parnaso. Desde lejos se veían<br />

chispear las Victorias y los caballos de bronce, las innumerables estatuas de<br />

oro escalonadas sobre la vía sacra y alineadas como una guarida de héroes y<br />

de Dioses alrededor <strong>del</strong> templo dórico de Phoibos Apolo.<br />

Era el lugar más santo de Grecia. Allí profetizaba la Pitonisa; allí se<br />

reunían los Anfictiones; allí todos los pueblos helénicos habían elevado<br />

alrededor <strong>del</strong> santuario capillas que contenían tesoros de ofrendas. Allí, teorías<br />

de hombres, de mujeres y de niños, llegadas de lejos, subían la vía sacra para<br />

saludar al Dios de la Luz. La religión había consagrado Delfos desde tiempo<br />

inmemorial a la veneración de los pueblos. Su situación central en Grecia, su<br />

peñasco al abrigo de los golpes de mano y fácil de defender, habían<br />

contribuido a ello. El lugar era propio para excitar la imaginación: una<br />

particularidad le dio su prestigio. En una caverna detrás <strong>del</strong> templo, se abría<br />

una grieta de donde salían vapores fríos que provocaban, a lo que se decía, la<br />

inspiración y el éxtasis. Plutarco cuenta que en tiempos muy remotos, un<br />

pastor que se había sentado al borde de aquella grieta, se puso a profetizar. Al<br />

pronto le creyeron loco; pero habiéndose realizado sus predicciones, se prestó<br />

atención al hecho. <strong>Los</strong> sacerdotes se apoderaron de ello y consagraron el lugar<br />

a la divinidad. De ahí la institución de la Pitonisa, que se sentaba sobre la<br />

grieta, en un trípode. <strong>Los</strong> vapores que salían <strong>del</strong> abismo le producían<br />

convulsiones, crisis extrañas, y provocaban en ella esa segunda vista que se<br />

comprueba en los casos notables de sonambulismo. Esquilo, cuyas<br />

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