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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

a los principales conductores <strong>del</strong> pueblo y preparó en sus asambleas una<br />

revolución que debía comenzar por la expulsión de los pitagóricos. Ante una<br />

multitud tempestuosa, Cylón sube a la tribuna popular y lee extractos robados<br />

<strong>del</strong> libro secreto de Pitágoras, titulado: la Palabra sagrada (hieros logos). <strong>Los</strong><br />

desfigura, los disfraza. Algunos oradores tratan de defender a los hermanos<br />

<strong>del</strong> silencio, que respetan hasta a los animales. Se les responde con carcajadas.<br />

Cylón sube y vuelve a subir a la tribuna, para demostrar que el catecismo<br />

religioso de los pitagóricos es atentatorio a la libertad. “Y es poco decir,<br />

agrega el tribuno. ¿Qué es ese maestro, ese pretendido semidiós, a quien se<br />

obedece ciegamente y que no tiene más que dar una orden para que todos sus<br />

hermanos exclamen: ¡El maestro lo ha dicho! qué es, repito, sino el tirano de<br />

Crotona y el peor de los tiranos, un tirano oculto?. ¿De qué está formada esa<br />

amistad indisoluble que une a todos los miembros de las hetairas pitagóricas<br />

que la forman, sino <strong>del</strong> desdén y el desprecio para el pueblo?. Siempre tienen<br />

en su boca esa palabra de Homero, que el príncipe debe ser el pastor de su<br />

pueblo. Eso significa que, para ellos, el pueblo sólo es un vil rebaño. Sí, la<br />

misma existencia de la orden es una conspiración permanente contra 1os<br />

derechos populares. En tanto que no se la destruya, no habrá libertad en<br />

Crotona”. Uno de los miembros de la asamblea popular, animado por un<br />

sentimiento de lealtad, exclamó: “Que al menos se permita a Pitágoras y a los<br />

Pitagóricos venir a justificarse a nuestra tribuna, antes de condenarlos”. Pero<br />

Cylón respondió con altanería: “¿No os han arrebatado los Pitagóricos el<br />

derecho de juzgar y de decidir de los negocios públicos?. ¿Con qué derecho<br />

podrían pedir hoy que se les escuche?. No os han escuchado al despojaros <strong>del</strong><br />

derecho de ejercer justicia; pues bien, a vuestra vez castigad sin escuchar!”.<br />

Truenos de aplausos respondían a esas palabras vehementes y los espíritus se<br />

exaltaban más y más.<br />

Una tarde que los cuarenta principales miembros de la orden estaban<br />

reunidos en casa de Milón, el tribuno amotinó a sus bandas. Cercaron éstas la<br />

casa. <strong>Los</strong> Pitagóricos, con el maestro entre ellos, atrancaron las puertas. La<br />

multitud furiosa prendió fuego a la casa. Treinta y ocho Pitagóricos, los<br />

mejores discípulos <strong>del</strong> maestro y el mismo Pitágoras perecieron, la flor de la<br />

orden, unos en las llamas <strong>del</strong> incendio y los otros asesinados por el pueblo.<br />

Sólo Archippo y Lysis escaparon solamente <strong>del</strong> degüello.<br />

(Ésta es la versión de Diógenes de Laercio sobre la muerte de<br />

Pitágoras. — Según Dicearco, citado por Porfirio el maestro escapó al<br />

desastre con Archippo y Lysis y anduvo de ciudad en ciudad hasta llegar a<br />

Metaponte, donde se dejó morir de hambre en el templo de las Musas. <strong>Los</strong><br />

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