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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

I<br />

GRECIA EN EL SIGLO SEXTO<br />

El alma de Orfeo había atravesado como un divino meteoro bajo el cielo<br />

tempestuoso de la naciente Grecia. Desaparecido él, las tinieblas la invadieron<br />

de nuevo. Después de una serie de revoluciones, los tiranos de la Tracia<br />

quemaron sus libros, derribaron sus templos, desterraron a sus discípulos. <strong>Los</strong><br />

reyes griegos y muchas ciudades, más celosas de su licencia desenfrenada que<br />

de la justicia que fluye de las doctrinas puras, los imitaron. Se quiso borrar su<br />

recuerdo, destruir sus últimos vestigios, y de tal modo hicieron, que algunos<br />

siglos después de su muere, una parte de la Grecia dudaba de su existencia. En<br />

vano los iniciados guardaron su tradición durante más de mil años; en vano<br />

Pitágoras y Platón hablaban de él como de un hombre divino; los sofistas y los<br />

retóricos sólo veían en él una leyenda sobre el origen de la música. En<br />

nuestros días, los sabios aun niegan resueltamente la existencia de Orfeo,<br />

apoyándose principalmente en que ni Homero ni Hesiodo han pronunciado su<br />

nombre. Pero el silencio de estos poetas se explica por el entredicho en que los<br />

gobiernos locales habían puesto su nombre. <strong>Los</strong> discípulos de Orfeo no<br />

perdonaban ocasión alguna de poner todos los poderes en la autoridad<br />

suprema <strong>del</strong> templo de Delfos, y no cesaban de repetir que era preciso someter<br />

todas las cuestiones entre los distintos estados de Grecia al arbitraje <strong>del</strong><br />

consejo de los Anfictiones. Esto molestaba lo mismo a los demagogos que a<br />

los tiranos. Homero, que recibió probablemente <strong>del</strong> santuario de Tiro su<br />

iniciación, y cuya mitología es la traducción poética de la teología de<br />

Sankoniatón, Homero el Jónico pudo muy bien ignorar al dórico Orfeo, cuya<br />

tradición era tanto más secreta cuanto más perseguida. En cuanto a Hesiodo,<br />

nacido cerca <strong>del</strong> Parnaso, debió conocer su nombre y su doctrina por el<br />

santuario de Delfos; pero sus iniciadores le impusieron el silencio, y con<br />

razón.<br />

Sin embargo, Orfeo vivía en su obra; vivía en sus discípulos y en<br />

aquellos mismos que le negaban. ¿Dónde está aquella obra?. ¿Dónde es<br />

preciso buscar aquella alma de vida?. ¿Será en la oligarquía militar y feroz de<br />

Esparta, donde la ciencia es despreciada, la ignorancia erigida en sistema, la<br />

brutalidad erigida como un complemento <strong>del</strong> valor?. ¿Será en aquellas<br />

implacables guerra de Mesenia, en que se vio a los Espartanos perseguir a un<br />

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