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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

vacilaciones, Theano confesó que era él, pero que pronto a todo, se sometería<br />

a su voluntad. Pitágoras nada respondió. Animada por aquel silencio, levantó<br />

ella la cabeza y le lanzó una mirada suplicante, de la que se escapaba la savia<br />

de una vida y el perfume de un alma ofrecida en holocausto al maestro.<br />

El sabio se conmovió; sabía vencer a sus sentidos; había dominado su<br />

imaginación; pero el relámpago de aquella alma había penetrado en la suya.<br />

En aquella virgen madurada por la pasión, transfigurada por un pensamiento<br />

de abnegación absoluta, había encontrado a su compañera y entrevisto una<br />

realización más completa de su obra. Pitágoras levantó a la joven emocionado,<br />

y Theano pudo leer en los ojos <strong>del</strong> maestro que sus destinos quedaban unidos<br />

para siempre.<br />

Por su matrimonio con Theano, Pitágoras estampó el sello de la<br />

realización a su obra. La asociación, la fusión de las dos vidas fue entera. Un<br />

día que preguntaba a la esposa <strong>del</strong> maestro cuanto tiempo necesitaba una<br />

mujer para volver a ser pura, después de haber tenido comercio con un<br />

hombre, respondió: “Si con su marido se purifica en el mismo instante, si con<br />

otro, jamás”. Hay muchas mujeres que responderán sonriendo, que para decir<br />

esas palabras es preciso ser la mujer de Pitágoras y amarle como le amaba<br />

Theano.<br />

Tiene razón. No es el matrimonio lo que justifica el amor, es el amor lo<br />

que justifica el matrimonio. Theano entró tan completamente en el<br />

pensamiento de su esposo, que después de la muerte de éste, ella sirvió de<br />

centro a la orden pitagórica, y un autor griego cita como una autoridad su<br />

opinión sobre la doctrina de los Números. Ella dio a Pitágoras dos hijos:<br />

Arimmestes y Telauges, y una hija: Damo. Telauges fue más tarde el maestro<br />

de Empédocles y le transmitió los secretos de la doctrina.<br />

La familia de Pitágoras ofreció a la orden un verdadero mo<strong>del</strong>o. Se<br />

llamó a su casa el templo de Ceres y a su patio el templo de las Musas. En las<br />

fiestas domésticas y religiosas, la madre dirigía el coro de las mujeres y Damo<br />

el coro de los jóvenes. Damo fue por todos conceptos, digna de su padre y de<br />

su madre. Pitágoras le había confiado ciertos escritos, con prohibición expresa<br />

de comunicarlos a nadie fuera de la familia. Después de la dispersión de los<br />

pitagóricos, Damo cayó en extrema pobreza. Le ofrecieron una elevada suma<br />

por el precioso manuscrito. Pero, fiel a la voluntad de su padre, rehusó<br />

siempre entregarlo. Pitágoras vivió treinta años en Crotona. En veinte años<br />

aquel hombre extraordinario había adquirido tal poder, que los que le<br />

llamaban semidios no parecía que exagerasen. Aquel poder era un prodigio:<br />

jamás filósofo alguno lo ejerció semejante. Su influencia se extendía no<br />

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