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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

hacia la inconsciencia.<br />

Más he aquí que durante la tercera noche, en lo más profundo de su<br />

sueño, oyó una voz inmensa, semejante al retumbar <strong>del</strong> trueno, que acababa en<br />

melodioso murmullo. Luego, se precipitó sobre él un huracán de luz con tal<br />

violencia, que creyó desprendida el alma de su envoltura. Sentía que la<br />

cósmica potestad que le frecuentaba desde su infancia, que le había como<br />

acogido en su valle, para transportarle a la cima, que el Invisible, y el<br />

Innominado iban a manifestarse a su inteligencia por medio <strong>del</strong> lenguaje con<br />

que hablan los dioses a los hombres.<br />

El Señor de los espíritus, el rey de reyes, Ormuz, el verbo solar, se le<br />

apareció en forma humana. Revestido de hermosura, potente y luminoso,<br />

fulguraba sobre su ígneo trono. Un toro y un león alados soportaban por<br />

ambos lados el sitial y un águila monstruosa tendía sus alas bajo su base. A su<br />

alrededor resplandecían, formando tres semicírculos, siete querubines de alas<br />

de oro, siete Elohim de azules alas y siete Arcángeles de alas purpurinas. (En<br />

el Zend Avesta se llama a los Querubines Ameshas-pendas, a los Elohim<br />

Yzeds y a los Arcángeles Feruers).<br />

De vez en cuando, un relámpago partía de Ormuz, penetrando en sus<br />

tres mundos de luz. Entonces los Querubines, los Elohim y los Arcángeles<br />

relucían como el mismo Ormuz en su blanca fulguración para tomar pronto de<br />

nuevo su color propio. Anegados en la gloria ele Ormuz, manifestaban la<br />

unidad de Dios; lucientes como el oro, la púrpura y el azur, devenían su<br />

prisma.<br />

Y Zoroastro oyó una voz formidable, aunque melodiosa y vasta como el<br />

universo, que decía:<br />

— Soy Ahura-Mazda, el que te ha creado y elegido. Ahora escucha mi voz,<br />

¡Oh Zarathustra! el mejor de los hombres. Te hablaré día y noche y te dictaré<br />

la palabra de Vida. (Zend Avesta significa, en lengua zenda, “palabra de<br />

Vida”).<br />

Entonces tuvo una cegadora fulguración de Ormuz con su trino círculo<br />

de Arcángeles, de Elohim y Querubines. El grupo se hizo inmenso llenando<br />

toda la amplitud <strong>del</strong> abismo y ocultando las puntiagudas cimas <strong>del</strong> Albordj,<br />

palideciendo a medida que se alejaba para invadir todo el firmamento. Durante<br />

breves instantes, cabrillearon las constelaciones al través de las alas de los<br />

Querubines. Luego todo se diluyó en la inmensidad. Pero el eco de la voz de<br />

Ahura-Mazda resonaba aún en la montaña como un trueno lejano que al<br />

apagarse vibraba como broncíneo escudo. Zoroastro cayó de bruces. Cuando<br />

despertó se hallaba de tal manera aniquilado, que se guareció en lo más oscuro<br />

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