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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

VI<br />

LA ENSEÑANZA Y LA COMUNIDAD BUDISTA<br />

Principió el Buda su predicación en Benarés. De momento convirtió a<br />

cinco monjes, que más tarde fueron sus fervientes discípulos y a los que envió<br />

a predicar su doctrina, diciéndoles: “Os halláis libres de todo lazo. Id por el<br />

mundo para salvación de las gentes, y la gloria de los dioses y de los<br />

hombres”.<br />

Poco después se le adhirieron mil brahmanes de Uruvela que<br />

practicaban las sentencias <strong>del</strong> Veda y el sacrificio <strong>del</strong> fuego, cumpliendo sus<br />

abluciones en el río Neranjara.<br />

Pronto afluyó la multitud. Por él dejaron los alumnos a sus maestros.<br />

Reyes y reinas llegaban sobre la grupa de sus elefantes para admirar al santo y<br />

hacerle ofrenda de su amistad. La cortesana Ambapali ofreció al Buda un<br />

bosque de mangos. El joven Bimbisara llegó a ser el protector de su regio<br />

colega, transformado en monje mendicante.<br />

La predicación de Buda duró cuarenta años, sin que los brahmanes<br />

opusieran el menor obstáculo.<br />

Compartíase anualmente su vida en dos períodos: uno nómada y otro<br />

sedentario, nueve meses de viaje y tres de reposo. “Cuando en junio, después<br />

de la ardiente canícula, se amontonan como terrones las negras nubes y el<br />

soplo <strong>del</strong> monzón anuncia el período de lluvias, se retira el indo durante<br />

quince días en su palacio o en su choza”. Ríos y torrentes acrecientan su cauce<br />

interceptando las comunicaciones. “<strong>Los</strong> pájaros, dice un viejo libro budista,<br />

construyen sus nidos en la copa de los árboles”. Lo mismo hacían los monjes<br />

durante un trimestre.<br />

En los nueves meses de viaje, Buda hallaba doquiera asilos, parques y<br />

jardines, mansiones de reyes o de ricos comerciantes. No le faltaban para su<br />

alimento mangos y bananas. Ello no impedía no obstante a aquellos<br />

renunciadores de los bienes mundanos, observar su voto de pobreza y<br />

continuar su vida de mendicantes.<br />

Todas las mañanas recorrían la ciudad, precedidos de su Maestro. En silencio,<br />

bajos los ojos, cuenco en mano, aguardaban la limosna, bendiciendo a los que<br />

daban y a los que no daban. Por la tarde, en la tranquila oscuridad <strong>del</strong> bosque<br />

o en su celda, meditaba el Sublime en “sagrado silencio”. (Oldenberg, “La<br />

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