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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

sentidos espirituales por el libre ejercicio de su intelecto y de su voluntad.<br />

Entonces solamente, dicen los discípulos de Hermes y de Orfeo, el hombre<br />

adquiere por su acción la conciencia y el poder de lo divino; entonces<br />

solamente llega a ser hijo de Dios. Y aquéllos que sobre la tierra han llevado<br />

este nombre, han debido, antes de aparecer entre nosotros, descender y<br />

remontar la vertiginosa espiral.<br />

¿Qué es, pues, la humilde Psiquis en su origen?. Un soplo que pasa, un<br />

germen que flota, un ave batida por los vientos, que emigra de vida en vida. Y<br />

sin embargo, de naufragio en naufragio, a través de millones de años, se ha<br />

convertido en la hija de Dios y no reconoce más patria que el cielo. He aquí<br />

por qué la poesía griega, de un simbolismo tan profundo y tan luminoso, ha<br />

comparado el alma al insecto alado, tan pronto gusano como mariposa celeste.<br />

¿Cuántas veces ha sido crisálida y cuántas otras mariposa?. ¡Ella jamás lo<br />

sabrá, pero sí siente que tiene alas!.<br />

Tal es el vertiginoso pasado <strong>del</strong> alma humana. El nos explica su<br />

presente condición y nos permite entrever su porvenir.<br />

¿Cuál es la situación de la divina Psiquis en la vida terrestre?. Por poco<br />

que se reflexione, no se podría imaginar una cosa más extraña y más trágica.<br />

Desde que se ha despertado penosamente en el aire espeso de la tierra, el alma<br />

está enlazada a los repliegues <strong>del</strong> cuerpo. Ella no vive, no respira, no piensa<br />

más que a través de él, y, sin embargo, él no es ella. A medida que el alma se<br />

desarrolla, siente crecer en sí una luz temblorosa, algo de invisible e inmaterial<br />

que ella llama su espíritu, su conciencia. Sí; el hombre tiene el sentimiento<br />

innato de su triple naturaleza, puesto que distingue en su lenguaje, aun<br />

instintivo, su cuerpo de su alma y su alma de su espíritu. Más el alma cautiva<br />

y atormentada se agita entre sus dos compañeros como entre la presión de una<br />

serpiente de mil repliegues y un genio invisible que la llama, pero cuya<br />

presencia no se hace sentir más que por su aleteo y sus resplandores fugitivos.<br />

A veces este cuerpo la absorbe hasta tal punto, que Psiquis no vive más que<br />

por sus sensaciones y sus pasiones; con él se lanza en las orgías sangrientas de<br />

la cólera o en el espeso humo de las voluptuosidades carnales, hasta que se<br />

asusta de sí misma por el profundo silencio <strong>del</strong> compañero invisible. Otras<br />

veces, atraída por éste, se pierde en una tal altura de pensamiento que olvida la<br />

existencia <strong>del</strong> cuerpo, hasta que éste le recuerda su presencia con tiránico<br />

toque de atención. Y entre tanto, una voz interna le dice que entre ella y el<br />

huésped invisible el lazo es indisoluble, aunque la muerte rompa sus lazos con<br />

el cuerpo. Pero, lanzada de una a otra parte en su lucha eterna, el alma busca<br />

en vano la felicidad y la verdad. Vanamente ella se busca en sus sensaciones<br />

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