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Los Grandes Iniciados - Artículos del Escritor Laab Akaakad

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Edouard Schure – <strong>Los</strong> <strong>Grandes</strong> <strong>Iniciados</strong><br />

V<br />

LA TENTACIÓN<br />

Como todos los profetas, tuvo el Buda que atravesar una prueba antes<br />

de realizar su obra. Ningún reformador ha dejado de sufrir la tentación de la<br />

duda respecto de sí mismo antes de enfrentarse resueltamente con las<br />

potestades <strong>del</strong> día. A la primera tentativa, crecen los obstáculos como<br />

montañas y la labor de una serie de años aparece como la ascensión de un<br />

bloque hasta una cima.<br />

Cuenta la leyenda que el demonio Mara cuchicheó a su oído: “Entra en<br />

el Nirvana, hombre perfecto. La época nirvánica ha llegado para ti”. Buda le<br />

respondió: “No entraré en el Nirvana en tanto no se acreciente y se difunda la<br />

vida santa entre los hombres y no sea lo suficientemente predicada doquiera”.<br />

Aproximósele un brahmán exclamando con menosprecio: “Un laico no<br />

puede ser brahmán”. Buda respondió: “El verdadero brahmán es aquel que<br />

destierra de sí mismo toda maldad, toda mancha, toda impureza”. Fracasados<br />

los hombres frente al Bienaventurado, intervinieron los elementos. Viento,<br />

lluvia torrencial, frío, tempestad y tinieblas, cerniéronse sobre él.<br />

Esta conjuración de los elementos contra Buda, representa el postrero y<br />

furioso asalto de las pasiones, expulsadas por el alma <strong>del</strong> santo y que se<br />

abalanzan ahora sobre él desde el exterior, con la horda entera de las fuerzas<br />

de que proceden.<br />

Para evidenciar el hecho oculto que ocurre entonces, se sirve la leyenda<br />

de un símbolo. “En aquel momento, dice, el rey de las serpientes, Mucalinda,<br />

sale de su secreto dominio, enroscando siete veces con sus anillos el cuerpo de<br />

Buda, protegiéndole así contra la tempestad”.<br />

Transcurridos siete días, cuando Mucalinda, rey de las serpientes, vio el<br />

claro cielo sin nubes, desenroscó sus anillos <strong>del</strong> cuerpo <strong>del</strong> bienaventurado, y<br />

tomando la forma de un mancebo, se aproximó al sublime, juntas las manos,<br />

adorándolo. Entonces el sublime dijo: “Dichosa la soledad <strong>del</strong> bienaventurado<br />

que ha reconocido y contempla la verdad”.<br />

La serpiente Mucalinda representa aquí el cuerpo astral <strong>del</strong> hombre,<br />

asiento de la sensibilidad que compenetra su cuerpo físico, creando en torno<br />

de él un aura radiosa en la que se reflejan, para el ojo <strong>del</strong> clarividente, todas<br />

las pasiones en múltiples coloraciones. Durante el sueño, el cuerpo astral, con<br />

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